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martes, 22 de diciembre de 2009

Lágrimas que aclaman a la muerte ...

- Dime dolor, ¿Porqué me sigues atormentando? ¿Porqué no puedo ni mirarle a la cara?

- Yo te lo diré - me dice la agonía- por qué él no te ama, por qué él nunca te va a querer.

- Vive la vida entre lágrimas - responde el dolor- piensa cada instante en él y sufre conmigo. Recuerda que la felicidad murió y no podrá volver a nacer.

- No quiero seguir sufriendo, sal de mi roto corazón, pues antes que esta tortura, quitame mi último aliento, dolor.
Ven a mi funeral y despidámonos, pues espero que en mi otra vida no estés conmigo agonía.
Invitarle a mi muerte, y dejarle claro que yo siempre le quería.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Un SimPLe JuGueTe ...


Soy el juguete de un niño aburrido
abandonada en lo más profundo del olvido.
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Si me pides que me aleje
yo me alejaré
pero no me pidas que te olvide...
porque eso jamás lo lograré.
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Dos palabras de despedida
Dos palabras te daré
Antes de irme de tu vida
Antes de eso las daré
Para que me recuerdes toda tu vida
un "te quiero" te daré.
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(NO CREADA POR MI)

Por 1 beso de tu boca
2 caricias te daría
3 abrazos que demuestren
4 veces mi alegría
y en la 5ª sinfonía
de mi 6º pensamiento
7 veces te diría

las 8 letras de un "te quiero"

porque 9 veces por ti vivo
y 10 por ti muero.
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Recuerdo tus besos
recuerdo tus caricias...
y recuerdo cuando conmigo

tu aun dormías.
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Alegría, amor, son mentiras de un noble corazón
Que no ha sentido la tristeza de un desamor
Ni la agonía de dormir entre llantos de dolor.
Que no ha tenido problemas
Más que vivir la vida cada día.
Sin dolor, sin agonía...
sin alma perdida.
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Me acuesto en penumbras
Cada día es igual

Duermo entre sabanas
Que amor nunca albergarán
Y sueño cada día

Con que mi propia vanidad
Destruyó este amor
Que ya nunca volverá

Y vuelvo entre llantos

A esta cama vacía

Deseosa de que acabe

Este nuevo día.



viernes, 6 de noviembre de 2009

DoloR Y AgOniA ~~

*Solitario corazón, sin dueño alguno, roto de dolor, desgarrado por la amargura y arrastrado por la corriente de un río de sangre que lo lleva asta un mar creado por millones de lágrimas*
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*Viaje eterno, hacia el mismo infierno, con el corazón desgarrado y el alma dormida habitando en las tinieblas con un cuerpo sin vida ...*
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*Alma vacía, ojos humedecidos, corazón sin vida, cuerpo undido ...*
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*Desgarraste mi corazón, al alejarte de aquí y ya solo queda dolor, dentro de mi ...*
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*Undida en la profundidad de una oscuridad inmensa desde aquel día en que decidiste irte con ella ...*
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*Alejarse del ser amado, y dejar que siga su camino... para que al menos uno de los dos sea feliz ...*
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*Destrozándolo todo, en pura agonía, por el sentimiento oculto, que yo siempre escondía ...*
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~ La TriSTeZa Y La MeLanCoLíA ~

……..*..lovel…*
…..*..lovelovelo…*
…*..lovelovelove….*
..*.lovelovelovelove…*…………….*….*
.*..lovelovelovelovelo…*………*..lovel….*
*..lovelovelovelovelove…*….*…lovelovelo.*
*.. lovelovelovelovelove…*….*…lovelovelo.*
.*..lovelovelovelovelove…*..*…lovelovelo…*
..*…lovelovelovelovelove..*…lovelovelo…*
…*….lovelovelolovelovelovelovelovelo…*
…..*….lovelovelovelovelovelovelov…*
……..*….lovelovelovelovelovelo…*
………..*….lovelovelovelove…*
……………*…lovelovelo….*
………………*..lovelo…*
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*El mar se formó con millones de lágrimas de un corazón roto
...*
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* Camino eterno hacia el mismo infierno, con la unica esperanza de volber a verte de nuevo ...*
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*Caigo al vacío, mis lágrimas me acompañan, y todo por creer que tu me amabas ...*
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[★] Lágrimas de sangre [★]
que por ti derramé
que mientras yo te quería
moría una y otra vez
que yo no te importo ...
y tu para mi lo eres todo ...

Y que más da que yo sufra
si solo son unas lágrimas más de un corazón roto
que no para de llorar ...

Que solo son...

... lágrimas ensangrentadas ...
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Y yo solo ... soñaba que me querías ...

No sabes ... cuanto te quiero ...

Y cuanto puedo llegar a sufrir...

Por no poder escuchar tus te quiero ...




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domingo, 18 de octubre de 2009

CAPITULO 2 - LA TIENDA

Al día siguiente me desperté un poco antes. Me di una ducha y tomé un vaso de leche. Para cuando estas dos me llamaron yo ya estaba perfectamente arreglada.
En el recreo volvimos a sentarnos en el mismo sitio- el único hueco que encontrábamos libre- y charlamos un rato mientras nos comíamos el bocata de nuestro desayuno.
El mismo grupo de chicas que el pasado día, se sentó cerca de nosotras. Empezaron a hablar animadamente entre ellas, primero sobre unos zapatos nuevos que le había regalado su madre, luego del chico tan guapo de una tienda nueva y…
Un momento, ¿una tienda nueva? No puede ser. Que yo supiera solo habían puesto una tienda nueva desde hará cerca de un año. Si, esa tienda.
Agudicé más el oído para seguir escuchando lo que decían.
- …se llama Víctor, o eso escuché. Resulta que es hijo del dependiente y está como un queso. – decía una de ellas.
- ¿Y cómo sabes eso? – preguntó la otra sorprendida.
- Pues ayer fui con Marina y mientras ojeaba las cosas estuve escuchándoles. El dependiente le decía cosas como “pon esto allí hijo” con lo que supe que era el hijo, claro, y también le llamó Víctor, así que ya tengo datos suficientes. – concluyó con una risotada.
Me deprime escucharlas. ¿Es que solo iban a esa tienda para ver a un chico? En fin, al menos ya tenía otro motivo para no ir a esa tienda… chicas como ellas.
Terminaron las clases y me reuní con Teresa y Gre para volver a casa.
Volvieron a pararse frente a la tienda como la vez pasada.
- Vamos tía, entremos. – pidió Grecia.
- Yo paso, entrar vosotras si queréis pero yo no entro ahí. – volví a decirle.
- Estás paranoica- repuso con un mohín.
- Vamos, Gre. Yo entraré contigo, ¿no te importa no Alexia? – dijo Tere. Me miró con una sonrisita traviesa. Sabía que la dejaría entrar.
- Claro, hacer lo que queráis. Yo voy volviendo a casa, nos vemos mañana. – nos despedimos agitando la mano y yo seguí mi camino sola.
Cuando llegué a casa no había nadie. Busque en todas partes, la cocina, el dormitorio, el salón… pero nada. Qué extraño.
Subí a mi cuarto y solté la maleta. Me puse a ver la tele mientras llegaba mi madre para hacer la comida.
Pasó como media hora hasta que llegó mi madre.
- Hola mamá. – saludé.
- Hola. – devolvió el saludo.
- ¿Dónde estabas? – pregunté extrañada. No suele salir a esa hora.
- Estaba en la nueva tienda. – contestó tranquila.
- Am… - no sabía que responder.
Se puso a preparar una comida simple, puesto que era muy tarde para cocinar.
Un poco después llegó a mi padre y nos sentamos a comer.
- He estado en la tienda. – informó mi madre a mi padre.
- ¿Qué tienda? – preguntó papá indiferente.
- La tienda nueva que han puesto de camino al instituto de Alexia. Tenemos que ir. Es la mejor tienda que he visto jamás. – dijo casi con brusquedad. La notaba algo extraña y eso no me gustaba nada.
- ¿Y que tenía que no tengan las demás, si se puede saber? – volvió a preguntar esta vez algo intrigado.
- Pues de todo lo que te puedas imaginar. Esta tarde iremos. Todos juntos. – esto último lo dijo lentamente pero con fuerza mientras me miraba muy fijamente.
- Oh, no. Yo no voy. – contesté a su intensa mirada mientras me llevaba la cuchara a la boca.
- Si. Vas a ir.- Insistió severa. En sus ojos vi algo que no lograba comprender.
- Bueno, bueno. Si no quiere ir no pasa nada. Cariño, es solo una tienda. – le recordó mi padre intentando romper aquel aura de tensión.
- No la defiendas. Si digo que tiene que ir, va. Para algo soy su madre.- me estremecí. Nunca había actuado de este modo.
- Tengo que hacer un trabajo con Tere y Gre. – mentí.
- Ves, tiene cosas más importantes que hacer. – comentó mi padre.
Mi madre bajó la cabeza resignada y continuó comiendo. Yo la imité.
Una vez me conecte a mi correo electrónico busque a mis dos queridas amigas y les pedí que por favor me sacaran del apuro.
Ellas amablemente quedaron conmigo para camuflar la mentira.
Daríamos un paseo por los alrededores. Y tal vez iríamos a los montes.
Me preparé para la salida y me dirigí al punto de control. Ellas ya estaban allí hablando entre sí.
Comenzamos a caminar contándonos cosas y más cosas que nos habían pasado. Hasta que finalmente sacaron el odioso tema.
- Alexia, tienes que ir, ¡es fantástica! – concluyeron después de describirla a fondo rincón por rincón.
- ¡No! ¡Vosotras también no, por favor! – grité exasperada.
- ¡Venga! Vamos a ir, te encantará. – insistieron.
- Me largo. No aguanto más esto. Adiós, gracias por sacarme de casa. Nos vemos mañana. – finalicé.
- Adiós. – se despidieron. Ellas también estaban extrañas. En sus ojos había… ¿rabia?
Seguí con el accidentado paseo yo sola. Anduve durante mucho rato intentando despejar mi cabeza que estaba a punto de explotar.
- ¡Au!- exclamé al girar la esquina. Me había chocado con alguien y ahora me encontraba en el suelo y, posiblemente, con un enorme chichón en la cabeza.
- ¡Perdona! No te había visto. – se disculpó.
Una mano apareció frente a mí para ayudar a levantarme y yo la acepté.
Una vez de pie me di cuenta de que era un joven de, unos diecisiete años. Me sonrojé. Estaba sonriendo de una manera que… me alegraba el día.
- No pasa nada. Yo también iba algo despistada. – reconocí.
- Me llamo Víctor, ¿Y tú eres…? – preguntó con una nueva sonrisa.
- Alexia. – respondí roja como un tomate.
- Tienes un nombre precioso, Alexia.
- Gracias. Tu también.
- ¿Te importaría, si no estás muy ocupada, dar un paseo conmigo? Me acabo de mudar aquí y aun no conozco a nadie. – dijo mientras se pasaba la mano por el pelo.
- Claro, no tengo nada mejor que hacer.
Seguimos caminando mientras me preguntaba cosas sobre mí, mis amigos, mi instituto, etc. Como ya dije antes, él tenía diecisiete años. Era alto y delgado, ojos grises y pelo castaño oscuro. Tenía una expresión amigable y una sonrisa dibujada en la cara.
- ¿Dónde te has mudado?- pregunté.
- Cerca de tu instituto, encima de la tienda Violet. Es la tienda de mi padre, nos hemos trasladado por motivos personales y bueno, aquí nos está yendo muy bien, para que te voy a mentir.
Entonces me acordé de la conversación de las aquellas chicas en el recreo. Comentaron que el dueño de la tienda tenía un hijo llamado Víctor. Todo encajó en mi saturada cabeza.
Continuamos hablando durante un par de horas, quizás, y luego me acompañó hasta mi casa.
- Ha sido un placer conocerte, Alexia. – sonrió dulcemente y yo le correspondí… sonrojándome aun más.
- Igualmente. Me lo he pasado muy bien. – le confesé para mi sorpresa.
- Te gustaría… bueno… ¿Te gustaría salir conmigo mañana?
- Claro.
- Genial. Te recogeré mañana a las seis.
Subí a mi cuarto muy contenta. Di vueltas y vueltas por toda la habitación. ¡Era un chico estupendo! Me conecté para contárselo a las chicas las cuales se pusieron súper contentas. Pero no hablaban. Era como si… fingieran su comportamiento.
Escuché como se cerraba la puerta principal y bajé para ver si mis padres ya habían llegado.
- Hola. ¿Qué tal? – les saludé.
- Hola. – saludó mi madre.
Mi padre no contestó. Tenía la mirada perdida.
- Ten – dijo mientras me entregaba una bolsa pesada- te he comprado un regalo.
- ¡Gracias! – sonreí mientras sacaba una caja de la bolsa.
- Bueno, en realidad es del hijo del dependiente. Estábamos allí mirando las cosas cuando se nos acercó y nos preguntó si éramos tus padres. Nos dijo que era un regalo para ti.
- ¡¿De Víctor?! – pregunté sorprendida. El corazón me iba a mil por hora y casi se me salía por la boca de lo contenta que estaba.
Subí a mi cuarto y abrí la caja. Dentro había una especie de robot en miniatura. Había una nota que ponía: para encenderlo pulsa el botón (la nariz)
Cogí el robot en miniatura y pulsé la nariz. Este hizo un ruido muy extraño y abrió los ojos. Saltó de mi mano y se puso en la cama.
- ¡Hola! – gritó animado. Era un niño pequeño en miniatura.
- Hola – dije. No sabía si estaba programado solo para hablar o también podía escuchar.
Era adorable. Se puso a saltar en la cama mientras reía y me entraron unas ganas irresistibles de abrazarlo.
Continué leyendo la nota: Es un regalo por haberte molestado en escucharme un rato. Me lo pasé muy bien y estoy deseando repetirlo y verte de nuevo. Ya me darás las gracias mañana, así me aseguro de que vendrás.
Reí con aquel comentario. Cogí el pequeño robot y lo puse en mi mesa de noche.
Ya era tarde así que me puse a dormir. Tuve un sueño precioso y en él, salía Víctor.
CAPITULO 3
Al día siguiente comenté todo esto con Tere y Gre las cuales se pusieron muy alegres y reían entre ellas.
- Yo quiero ver ese robot. Seguro que lo a echo él. Tiene que ser monísimo. – dijo Tere.
- ¿Hecho por él? – me sorprendí.- No sabía que fabricara robots.
- Claro que no lo sabías, aun no te has molestado en ir a la tienda. Casi todo está hecho por él y su padre.
- Vaya…
- ¿Por qué no te vienes esta tarde a verla? Podrías ver las demás cosas que él a hecho con sus preciosas manos.
- Lo siento, pero he quedado con él. Va a recogerme en mi casa y daremos otro paseo a solas. – dije orgullosa de mí y librándome de los escalofríos que me producían aquella tienda.
- Bueno, tarde o temprano tendrás que ir. – dijo muy seriamente Gre.
- Tal vez… - contesté sin darle importancia.
Esa tarde estuve con los nervios a flor de piel y no sabía ni que ponerme. Estuve dando vueltas por toda la casa y mordiéndome las uñas. ¡Deseaba tanto volver a verle!
Por fin, sonó el timbre y me di tal prisa en abrir la puerta que en el camino me tropecé con el sofá y me hice un buen moretón en la pierna.
- ¡Hola! – saludé.
- Hola- sonrió.- estás guapísima Alexia.
- Gracias, tu también.
- Vamos, te quiero llevar a un sitio.
- Claro, por cierto, muchísimas gracias por el robot, es monísimo. De veras, muchas gracias. – dije mientras miraba al pequeño muñequito que estaba sonriendo en el bolsillo de mi chaqueta.
- De nada. Te lo mereces. – sonrió dulcemente y me acarició con su cálida mano mi sonrojado pómulo.
Me cogió la mano y me llevó hasta su moto. Me puso el casco con tanta dulzura que me quede paralizada en mi sitio mientras me perdía en sus preciosos ojos grises.
Me monté con él en la moto y me agarré a su cintura.
- Te voy a llevar a un sitio precioso que hay cerca de aquí. Seguramente ya lo conocerás pero quiero compartir el momento contigo.
- Está bien. – dije tremendamente feliz. Me encantaba estar abrazada a él en la moto.
Me llevó a una especie de monte. Subimos hasta lo más alto y nos sentamos allí. Tenía razón, era precioso. Desde allí se podía contemplar prácticamente toda la ciudad. La noche estaba cayendo y eso hacía una atmósfera mucho más romántica. Me encantó.
- Es… precioso. – fue todo lo que podía decir. Me quede contemplando el paisaje.
- Tu eres más preciosa aun.- dijo con una sonrisa pícara que me derritió por completo.
Entonces se acercó lentamente hacia mí y sujetando mi rostro con sus delicadas manos… me besó. Fue un beso espectacular, dulce y cálido, que me llevó a las nubes.
Nos quedamos allí abrazados mientras hablábamos de todo en general. Cuando volví a casa ni si quiera cené, no tenía hambre después de todo eso. Me acosté en mi cama y me puse a recordarlo todo con tanta claridad que incluso seguía notando el tacto de sus labios junto a los míos.
Al día siguiente en el instituto mis queridas amigas no se lo podían creer. Estuvieron haciéndome mil preguntas y me hicieron contarlo una y otra vez.
Aquella noche Grecia hizo una fiesta de pijamas. Hizo palomitas y vimos una película juntas en su sofá. Era una peli de miedo y acabamos las tres abrazadas en aquel sofá.
Luego hicimos unos juegos, hablamos con mi espléndido mini robot y Tere sacó una revista de horóscopos. El mío decía: no todo es lo que parece…
Hicimos una pelea de almohadas y luego contaron historias de miedo y leyendas.
Me quedé casi toda la noche pensando en la frase de mi horóscopo pero no le encontré ningún significado.
Seguimos quedando un par de días más. Me llevó al cine y a patina sobre hielo en una pista que había en el centro de la ciudad y a la que yo solo había ido en un par de ocasiones con mis padres y mis chicas.
Uno de esos días por la tarde estuve terminando un trabajo que tenía atrasado de sociales y luego me puse a escuchar música en mi cama. Pero no podía sacarlo de mis pensamientos.
- ¡Vamos, vamos! – me sobresaltó el pequeño robot.
Estaba sentado sobre mí y me estaba sonriendo. Tenía razón, ya era hora que dejara mis tonterías. Cogí una chaqueta y metí al pequeño robot en el bolsillo.
Comencé a caminar hasta la tienda. Quería, mejor dicho, necesitaba verlo otra vez.
El pequeño robot fue cantando todo el camino. Yo me ponía a ver el paisaje para entretenerme.
Fue entonces cuando me fijé en las personas. La gente estaba… como apagada. Nadie sonreía, nadie hacía nada...
Unos caminaban sin expresión alguna en el rostro. Otros hacían sus que aceres como si tal cosa… ¿Qué les pasaba?
Continué caminando mientras me decía a mi misma que solo eran paranoias que tenía en mi cabeza.
Llegué a la tienda y me paré justo enfrente para observarla mejor.
Los escalofríos no habían desaparecido y me atormentaban una y otra vez. Sacudí la cabeza para recordarme que solo son tonterías en mi imaginación. Vamos… ¡solo es una tienda!
- ¡Vamos! - volvió a gritar el pequeño robot y entonces saltó de mi bolsillo y cayó al suelo. Corrió hacia la tienda y entró por un huequecito en la pared, producido seguramente por un ratón.
- ¡Espera! – le grité en vano. Ya había desaparecido por aquel boquete.
Me armé de valor y respiré un par de veces. Si todos me decían que viniera aquí, seria por algo ¿no?
Puse mi mano en el pomo de la puerta y abrí.
Dentro estaba un poco oscuro pero pude distinguir las estanterías y el mostrador.
Había un poco de polvo también. Cerré la puerta a mis espaldas y me dirigí hacia el mostrador. Pero no había nadie. Me aseguré de que el letrero de la puerta pusiera abierto y una vez me cercioré me puse a ver los objetos de las estanterías.
Había un poco de todo. Aunque la mayor parte de las cosas eran robóticas, también había muchas cosas antiguas como casa sueños y mascaras aztecas.
Terminé de verlo todo pero no me pareció gran cosa comparada con las tiendas del centro. Tendría que tener una pequeña charla con esas dos.
Entonces fue cuando divisé algo que me llamó la atención. Había unas manchas de sangre en una de las paredes. Aunque la mancha era pequeña y podría haber sido una simple mosqueta, me acerqué para ver mejor. En el suelo, justo debajo de la mancha de sangre, había una jeringuilla. Me llevé las manos a la cara del susto que me llevé y me eché atrás poco a poco. Pero entonces choqué con algo y me giré atemorizada para ver que era.
Un hombre de unos cuarenta y tantos años me miraba severamente.
- ¿Puedo ayudarla? – preguntó acercándose más a mí.
- No, yo ya me iba. – dije intentando llegar a la puerta.
- Ni lo intentes. – respondió. Se fue hacia la jeringuilla y la cogió, luego se giró y me miró.
Me entró el pánico total y corrí hacia la puerta por la que había entrado. Pero estaba cerrada, ¿Cuándo la había cerrado?
El hombre vino hacia mí veloz y me cogió por detrás amenazándome con aquella jeringuilla justo en mi cuello.
- ¡No por favor! ¡Suélteme! – suplicaba. Varias lágrimas aparecieron en mis ojos.
- Después de que te arregle. – dijo.
No entendía a que se refería y miré a mí alrededor en busca de algo que me sirviera como alma. Pero no encontré nada tan cercano como para cogerlo así que solo se me ocurrió una cosa. Cogí su mano y la mordí con todas mis fuerzas. Este chilló y me soltó. La jeringuilla se le cayó al suelo y se sujetó la mano con la otra.
- ¡Te voy a matar!- gritó mientras corría hacia mí. Cogí un objeto metálico que había junto a mí y le golpeé la cabeza. Pero al parecer no le di tan fuerte como lo hacen en las películas. Solo conseguí que cayera al suelo y un poco de sangre en su cabeza. Este me miró colérico y se levantó lentamente.
Fue entontes cuando al otro lado de la tienda vi a Víctor. Me miraba asustado.
- Por aquí, ¡Corre! – me gritó agitando la mano en dirección a la puerta trasera. Corrí con todas mis ganas hacía allí y el me cogió la mano mientras abría la puerta y me guió por las oscuras escaleras.
- Víctor, tengo miedo. Esta muy oscuro. – le dije tremendamente asustada. Mi corazón estaba a punto de salirse del pecho.
- ¿Confías en mí, no? – preguntó entonces. Pensé en esa pregunta y una pequeña sonrisita asomo en mi rostro porque sabía perfectamente la respuesta.
- Sí. – Me tranquilicé. Apreté más fuertemente su mano y dejé que me guiara por los eternos escalones.
Escuchaba nuestros pasos mientras corríamos, y el latido de mi corazón. Entonces escuché el chirriar de una puerta. Posiblemente Víctor hubiera encontrado ya la salida. Pero… ¿Qué salida podía haber tan… abajo?
Las luces se encendieron y mis pupilas se dilataron. Distinguí una pequeña habitación con paredes de ladrillos y una… ¿camilla? Pero que…
Algo o alguien me agarraron por detrás. Era una llave firme de la que no podía zafarme. Mi corazón volvió a latir con la misma intensidad que antes. Me entró el pánico.
- ¡Víctor! ¡Ayúdame! – le supliqué. Miré hacia él mientras le seguía suplicando. Pero…
Me quede paralizada. Primero no lo entendí, creí haber visto mal, después sentí odio, luego tristeza, y finalmente casi pude escuchar como mi corazón se rompía en el interior de mi pecho.
Todas las piezas encajaron… cuando le vi sonreír. Frente a mí. Tranquilo. Sonriendo.
Noté como corrían por mis mejillas aquellas lágrimas que solo demostraban como mi corazón se estaba muriendo… la prueba del dolor.
Fui una idiota. En todo momento. Por hablar con él. Por enamorarme de él. Por creerme sus palabras… por dejar que me manipulara a su antojo… y por dejar que me trajera al lugar que desde un principio tenían pensado traerme… todo fue una falsa… y yo una estúpida.
Me giré sin ninguna esperanza para ver quién me sujetaba. Solté un grito ahogado. Un hombre, si se le podía llamar así, con media cara… robotizada.
- Se llama Ben, y es creación mía. – dijo entonces Víctor mientras se acercaba a mi sin perder su sonrisita de traición y empezó a juguetear con mi pelo. – he de reconocer que me ha costado mucho traerte hasta aquí. Primero lo intenté con tu madre, luego con tus queridas amigas, pero como no les hacías caso tuve que intervenir personalmente. Eres una chica muy perseverante, hasta que un chico aparece en tu vida- sonrió con aquello último.
- Te odio. – le escupí.
- Por poco tiempo, en cuanto te arregle podré controlarte por completo, como a todos los demás y me trasladaré a otra ciudad para así hacerme con toda la humanidad. Podría hacer incluso que me amaras. – su sonrisa de traición cambio por una pícara.
- Ya te amaba… - le confesé.
- Vaya, que fácil eres.- rió sorprendido. Esas palabras se me clavaron en el pecho como apuñaladas. Lo más duro era que tenía razón.- Si será verdad que del amor al odio hay solo un paso.
Entonces Víctor izo un chasquido con los dedos y el medio robot medio humano me llevó hasta la camilla. Era demasiado fuerte y no podía escapar de sus brazos. Me tumbó en la camilla y me puso unas cadenas para que no pudiera escapar.
- ¡Dejarme! – grité frenética. - ¡¿Qué me vas a hacer?!
- Tranquilízate, si no tendré que dejarte inconsciente. – sonrió. – Voy a ponerte un chip.
- ¡¿Qué?! ¡¿Un chip?! – seguí gritando.
- ¿Por qué crees que todas esas personas querían que vinieras hasta aquí? Yo los controlaba, querida. Pero estabas empeñada en que no debías venir, cosa que era cierta como acabas de comprobar, y tuve que actuar personalmente.
- ¿Me estás diciendo, que puedes controlar a las personas, con un chip?- pregunté aun incrédula. El pánico que comenzó a aturdir.
- Si, exactamente. Ya tengo a toda esta ciudad bajo mi control, ¿no lo habías notado? Tú eras la última.
- ¡No! ¡Suéltame! – grité llena de furia incontrolable.
Víctor hizo caso omiso y me dio la espalda mientras cogía cosas de una bandeja a mi lado.
- Espero que no le hayas hecho mucho daño a mi padre. Aunque él se lo ha buscado. Si no puede tan siquiera sujetarte, no me sirve para nada. – dijo mientras seguía preparando cosas.
Mientras, yo luchaba con todas mis fuerzas por soltar esas cadenas, pero tan siquiera se movían.
Las lágrimas inundaban mis ojos y caían una tras otra por toda la cara. Estaba tremendamente asustada. En breve dejaría de ser yo… para ser un robot más en control de Víctor. No volvería a ser yo nunca más…
Seguí gritando y pidiendo ayuda en vano. Hasta que Víctor se giró con una inyección en las manos que contendría el chip. Se acercó despacio.
- Sujétala.- Le dijo a su robot.
Este vino hacia a mí y me sujeto la cabeza dejando mi cuello libre. No podía moverme. Este era el fin.
Víctor se acercó, pasó un algodón húmedo por parte de mi cuello y me miró por última vez.
- Te echaré de menos, Alexia. – dijo sonriente. Luego se acercó y me besó.
Finalmente, la inyección penetró en mi cuello, y todo acabó.
Lo último que vi, fueron sus ojos grises.

Nunca te fíes de nadie. Mucho menos si lo acabas de conocer…
Cualquiera puede hacerte daño, tú eres el único que puede impedir eso…
Más tarde el mundo quedo bajo el poder de aquel chip. Es increíble como una cosa tan pequeña puede hacer tanto daño…

FIN

jueves, 8 de octubre de 2009

CAPITULO 1 - LA TIENDA

LA TIENDA
Es curioso cómo nos dejamos manejar en diversas situaciones. Cuando tenemos miedo, cuando estamos cansados, cuando nos puede beneficiar dicha acción… incluso cuando nos controlan.
Hasta hace poco era una chica normal. Pero todo comenzó con la llegada de aquella tienda.

Nací en Bradford, “el vado ancho”, Inglaterra. Consta de una población de unos trescientos mil habitantes. El tiempo aquí es estable, con las típicas lluvias características de esta región, por supuesto.
Actualmente vivo con mis padres en una modesta casita situada en un barrio cercano al centro.
Mi nombre es Alexia, Alexia Doyle.
Tengo dieciséis años y acabo de empezar el nuevo curso. En cuanto estudios no es que sea una chica extremadamente aplicada, pero me preocupo por ello y suelo ser responsable al respecto.
Tengo dos grandes amigas llamadas Teresa y Grecia con las que lo comparto todo. Tere es una gran chica amiga de todos y que siempre está ahí cuando la necesitas. Grecia es muy divertida y alegre.
De pequeñas hicimos un pacto: siempre estaríamos juntas. Y hasta ahora así fue… hasta ahora…

Todo comenzó un lunes por la mañana. Tere y Gre vinieron a recogerme a mi casa para dirigirnos juntas al instituto. Yo aun estaba lavándome los dientes y con mi esplendido pijama de ositos lleno de agujeros y que poseo desde las navidades de hace cuatro años. Me di toda la prisa que pude y salí a la carrera para no hacerlas esperar y que pudiéramos llegar a tiempo.
- Buenos días dormilona – me saludaron.
- Buenos días – bostecé.
- Vamos a llegar tarde el primer día, que patético. – comentó Teresa poniendo un mohín de disgusto.
- Por favor, la mitad de los alumnos se tomaran esta primera semana de curso de vacaciones.- afirmó Grecia.
- Pero nosotros no somos como ellos – finalizó Teresa.
Ambas pararon de caminar de repente. Estábamos a mitad de camino y yo las miré extrañada. Estaban como impactadas así que seguí la dirección de sus miradas petrificadas.
Una tienda. Eso era todo lo que había frente a nosotras. Una tienda, nueva al fin y al cavo, que estaban terminando de colocar entre la casa abandonada de los Swan y un almacén que permanece en alquiler desde hace tres meses.
- Vaya – dije al fin.
- Por favor, que no sea una tienda para pijas. – suplicó Grecia.
- Tiene su encanto – comentó Tere.
- ¿Dónde? – pregunté al rato de inspeccionar toda la fachada sin encontrar nada que me hiciera pensar en ello.
- Pues… bueno que más da. Vamos a llegar tarde – recordó Teresa.
Continuamos corriendo el resto del camino hacia el instituto. Ya tendríamos tiempo más tarde para echar una ojeada a la nueva tienda.
Si… hubiera sabido entonces lo que depararía aquello…

Llegamos al instituto justo cuando estaba sonando el timbre. Entramos en la clase un poco antes que nuestra profesora y nos sentamos en nuestros asientos. La maestra nos hecho una mirada acusadora como diciéndonos “que no vuelva a suceder”.
Es famosa por su mal carácter y su enorme puntualidad. Es muy estricta y le gusta ver a sus alumnos sentados en sus correspondientes sillas con los libros abiertos sobre la mesa en cuanto entra en la clase.
Todas las clases se basaron en lo mismo. Presentaciones de los profesores, asignación de las taquillas y repaso de las normas de comportamiento del centro.
Todos los alumnos salieron de la clase en cuanto volvió a sonar el timbre. Mis amigas y yo salimos como pudimos apretujadas entre nuestros compañeros y buscamos un rinconcito libre por el recreo.
- Odio el primer día. – comenté.
- ¿Y quién no? – preguntó Teresa.
- Esas – dijo Grecia señalando el conjunto de chicas que pasaban frente a nosotras.
Todas iban agarradas entre sí y comentando, posiblemente, el último grito en la moda de Paris.
Las tres nos partimos de risa con aquel comentario.
- Ahora a la vuelta vamos a visitar la tienda nueva. Crucemos los dedos por que sea algo interesante.
Terminamos de desayunar y volvimos a clase. Las siguientes horas fueron iguales a las primeras. Finalmente salimos, por fin, del instituto. Íbamos caminando despacito ya que no teníamos prisa. Grecia fue contando chistes y cosas graciosas que le habían pasado aquellas vacaciones y entonces llegamos a la tienda.
Estaba hecha de madera que parecía que la hubieran cogido de una antigua tienda o algo así ya que tenía pinta de estar muy vieja.
- Me da escalofríos. – dije.
Tenía un enorme letrero en la parte de arriba que ponía: Violet.
- ¿Entramos? – preguntó Teresa.
- Yo no llevó nada suelto – contestó Grecia.
- Yo no quiero entrar. – afirme. Ambas me miraron extrañadas.
- ¿Qué pasa? Me da mala espina entrar en una tienda así. Parece muy antigua y me da escalofríos. Yo paso de entrar.
Ambas se miraron y soltaron una carcajada. Sí, vale, soy una supersticiosa y cuando algo me da escalofríos evito volver a acercarme.
Pero a pesar de mi comentario, tan chistoso para ellas, siguieron mirando la fachada de la tienda con una enorme curiosidad en sus rostros.
- Vámonos a casa, por favor. – les supliqué.
Tardaron un buen rato en reaccionar. Parecía como si no me hubieran escuchado pero finalmente se volvieron y vinieron a mi lado.
Continuamos caminando y charlando sobre cosas que habíamos hecho en el verano. Cuando llegamos al bloque de pisos de Teresa ya nos dispersamos y me dirigí a mi casa.
Busqué las llaves en mi maleta y abrí la puerta. Mi madre estaba en la cocina fregando los platos y terminando de preparar la comida.
- Hola, cielo. – saludó.
- Hola, mamá. – le devolví el saludo.
Subí a mi cuarto y tiré la maleta en mi cama. Luego me senté en una de las sillas de la cocina.
- ¿Qué tal el día cariño? – preguntó.
- Pues lo típico. Las normas, los profes y las taquillas.- resumí.
Ella siguió con sus labores y me dedicó una sonrisa.
- Y… en el camino a la escuela hemos visto que han puesto una nueva tienda. Junto a la casa abandonada de los Swan, ¿te acuerdas del descampado que había allí? Pues ya no está.
- ¿Enserio? ¿Y cómo es? – preguntó sin darle mucha importancia.
- Me da escalofríos. – Volví a resumirle. Ella me entiende cuando le digo eso.
- Me hago una idea. Cariño, ¿puedes llamar a tu padre? La comida ya está lista.
- Claro.
Avisé a mi padre, que estaba en el salón viendo la tele, y nos sentamos como una familia feliz en la estrecha mesa.
Una vez hube terminado de comer subí a mi cuarto y encendí mi ordenador. Estuve hablando con las chicas un par de horas y luego me fui cansada a dormir un rato.

martes, 6 de octubre de 2009

HiStoRia De AmoR - 21 -

Ya han pasado tres días. Estoy bastante cansada de este hospital. ¡Necesito salir de aquí!
Víctor a estado conmigo en todo momento. Se ha preocupado mucho por mi estricta dieta y no me ha permitido dejar ni una migaja de pan.
Durante todo este tiempo sobre todo he estado durmiendo. Entre comida y siesta hablaba un poco con mi acompañante, pero solo hablábamos sobre mi familia y sobre mí.
Le conté que mis padres solían trabajar hasta muy tarde y a veces ni volvían a casa. Una vez estuve un mes entero sin verlos. Era como vivir sola.
Más de una vez intenté preguntarle por él, pero se limitaba a cambiar de tema y preguntarme cualquier cosa por mínima que fuera.
El doctor me hizo un par de visitas para comprobar mi estado anémico. Dijo que pronto podría salir de allí.
Por las noches Víctor salía para alimentarse en cuanto comprobaba que yo me había quedado dormida.
Mientras que yo… solo soñaba con lo ocurrido una y otra vez…
Aquella mañana el día se presentó nublado y con amenazas de lluvia.
Lo primero que vi al despertar fue el rostro plácido de Víctor. Tenía la cabeza apoyada en mi almohada y me miraba divertido.
- Buenos días. Puedo preguntarte, si no es indiscreción, ¿qué has soñado? – dijo sonriente.
- A pues… - fingí no acordarme. No iba a decirle que había vuelto a soñar…con él. – Estaba tumbada en mi cama y la luna bañaba con su luz toda mi habitación.
- ¿Y yo estaba allí contigo? No parabas de decir mi nombre.- dijo entre risas.
Me quedé rígida sin saber que decir o hacer hasta que finalmente giré la cabeza para mirar a otro lado y ocultar mi vergüenza.
Si, él estaba allí. Había entrado por la ventana junto con la luz de la luna y había venido hacia mí para besarme. Aun me negaba a aceptarlo.
¡No podía estar enamorada de él! Es un vampiro y ni si quiera ser porque se comporta así conmigo.
No me conoce… no puede juzgarme sin conocerme…
Y entonces mis pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta de la habitación se abrió y pude ver como el doctor hacía su aparición.
- Buenas noticias, señorita Cros. Le hemos concedido el alta. Ya puede salir de aquí. Tenga, cómprese estas pastillas en la farmacia. Tómese una después de cada comida. Tan solo es hierro que le ayudara a superar por completo la anemia. Siga estrictamente con sus comidas, ¿de acuerdo? No quiero volver a verla por aquí.- sonrió. – cuídese.
- Gracias.
¡Por fin soy libre! ¡Ya era hora! Tengo unas ganas tremendas de llegar a mi casa.
- Bueno, ¿te ayudo a vestirte? – sonrió burlón.
- Puedo sola, gracias. – respondí sonriendo.
Entonces el móvil de Víctor empezó a sonar y esté contesto con un rápido movimiento. Cuando colgó me miró un tanto triste.
- No voy a poder llevarte a casa… - se disculpó.- Tengo que hacer un par de cosas…
- No pasa nada. Has estado conmigo todos estos días, ¿te parece poco? Además tengo que hacer unas cuantas cositas por el camino – recordé.
- Está bien. Entonces me voy, nos vemos luego – se despidió justo antes de salir de la habitación.
Bien, ya volvía a estar sola. Cogí la ropa que Víctor se había molestado en traerme de mi casa y me vestí.
Recogí todo y bajé a recepción. Firme el alta y salí despacito pero con muchas ganas al exterior.
Atravesé la puerta principal y lo primero que noté fue como la humedad del ambiente rodeaba todo mi cuerpo. Era una sensación agradable. Me encanta cuando el tiempo está a punto de llover.
Comencé a caminar mientras registraba mi equipaje. Tenía un par de mudas limpias, una baraja de cartas con la que me entretuve bastante estos días, mi mp4 y un paraguas. ¿Un paraguas? Esto no era mío. Víctor estaba en todo desde luego. Continué caminando y me pasé por el supermercado a comprar un par de cosas. Salí del supermercado y me dirigí a casa. En el camino noté que alguien me miraba. Comencé a caminar más rápido y el pánico me inundaba. Escuché pisadas y risas tras de mí y con toda la fuerza que me quedaba en mi cuerpo me atreví a girar. Unos chavales pasaron por mi lado como si nada mientras hablaban animadamente entre ellos. Siguieron su camino.
Me dejé caer sobre mis rodillas y solté las bolsas de la compra. Estaba hiperventilando. Mil emociones pasaron por mi mente junto con las imágenes de aquella noche. Me llevé las manos a la cabeza. Inhalé todo el aire que pude y luego lo exhalé.
Estuve así un rato hasta que me calmé un poco.
- Perdona, ¿estás bien? – preguntó una mujer que se había acercado a mí preocupada.
Me levanté con cuidado y recogí las bolsas del suelo. Me sequé las lágrimas que asomaban por mis mejillas y me giré para plantarle una sonrisa a aquella señora.
- Estoy bien, gracias, solo he tenido una pequeña recaída… acabo de salir del hospital. Disculpe. – le dije.
Antes de que la mujer pudiera responder yo ya me había dado la vuelta y continué mi camino.
Al rato comenzó a llover y saqué el paraguas que Víctor me había dejado.
Por fin llegué a mi casa. Me agaché a coger la llave de debajo de la maceta. Abrí la puerta y dejé el paraguas en la entrada para que se secara. Me quité la chaqueta que estaba un poco mojada y la dejé colgada en el perchero.
Hice una pequeña ronda por toda mi casa para ver si habían llegado ya mis padres pero todo estaba tal y como lo dejé aquel día.
Subí a mi cuarto y me di una ducha caliente para quitarme la humedad de los huesos. Me sentó muy bien la sensación del agua caliente por todo mi cuerpo. Me relajé mucho y cuando salí me encontraba como nueva. Bajé a la cocina y me preparé uno de los menús que me había dicho el doctor.
Una vez terminé de cenar volví a mi cuarto y me tumbé en mi cama. A través de la ventana se podía ver la luz de la luna a través de millones de gotas de agua. Aun estaba lloviendo pero ahora con más intensidad que antes. Los árboles se movían furiosos de un lado a otro debido al fuerte viento que se había levantado.
La luna apenas alumbraba mi cuarto esta noche y todo estaba cubierto de sombras. Las ramas del árbol chirriaban al rozar el cristal de mi ventana. Me eché la manta encima y me tapé hasta la nariz.
Estaba asustada y no podía negarlo. Comenzó a escucharse truenos y el ruido me sobresaltó. Finalmente me levanté y abrí mi baúl de los recuerdos que estaba guardado en el armario. Dentro tenía cosas que me hacían sentir nostalgia. Encontré uno de los juguetes que mi madre me regalo de pequeña. Me pasaba horas jugando con ese juguete. Pero no era lo que estaba buscando. Trasteé por todo el baúl y finalmente lo encontré. Estaba allí, en el fondo, tal y como lo deje cuando lo vi por última vez.
Mi peluche, mi osito Peter. Que de recuerdos… Este peluche me lo regaló mi queridísima abuela un mes antes de que esta falleciera. Este hecho me hizo aferrarme tanto a él que lo llevaba a todas partes y nunca lo soltaba. Con el tiempo entré en razón y vi que ya era mayor para eso… así que lo encerré aquí junto con las demás cosas que no era capaz de tirar.
Echaba mucho de menos a mi querida abuela…
Rescaté a Peter de aquel apretujado lugar y volví a la cama con él. Volví a echarme la manta por encima y me aferré a él tal y como lo hacía de pequeña.
Dejé que mis problemas volasen por una noche y recordé aquella época en la que mi abuela vivía.
Así entre momentos felices… me dormí

jueves, 24 de septiembre de 2009

HiStoRia De AmoR - 20 -

Después de eso tuve que ceder en lo de descansar. Mi cuerpo estaba exhausto a pesar de haber estado mucho tiempo durmiendo.
Víctor se quedó conmigo todo el tiempo. Me hizo compañía y yo se lo agradecí mucho. Gracias a él mis padres no se enteraron de nada. Parece que un par de billetes de más pudieron callar al buen doctor. Es patético como el dinero puede arreglarlo casi todo. En fin, poderoso caballero es don dinero…
Me volví a despertar y me erguí un poco para estirarme. Al mirar a mi lado contemple una butaca marrón, la misma que antes, pero con un pequeño detalle, estaba vacía.
Víctor no estaba en la habitación. Al fin y al cabo el tendría cosas más importantes que hacer que cuidarme a mí, ¿no?
Me levanté despacio con miedo a caerme, pero al parecer podía mantenerme en pie. Ande con cuidado y apoyándome en todo lo que veía camino a la ventana cuando por fin llegué, a duras penas, eché la cortina y bajé un poco la persiana. No me gusta la luz del sol, es incómoda y desagradable.
Aun estaba en pie de cara a la ventana cuando la puerta se abrió a mis espaldas y me giré para ver quién era.
Víctor entró con una bandeja en las manos. Tenía pinta de desayuno. Ojeé rápidamente los platos y luego subí la vista hasta su rostro. Me miraba serio y preocupado.
- Pero, ¿qué haces levantada? – preguntó dejando la bandeja sobre un escritorio que había enfrente de la cama y luego viniendo a mi lado para sujetarme.
- Estaba echando la cortina… la luz me molesta – confesé.
Me miró con gesto de sorpresa arqueando las cejas.
- Bueno, ya has cumplido tu objetivo. Ahora ya está volviendo a su cama señorita.
Me sujetó con cuidado y me ayudo a volver a la cama. Cualquiera diría que lo que tenía era una simple anemia. Parecía como si estuviera gravemente enferma y solo había estado un tiempo sin comer… vale también era grave pero no era para exagerar tanto… ¿no?
- Te he traído tu desayuno. No creí que te despertaras tan pronto. – depositó la bandeja sobre mis piernas para que pudiera desayunar.
- Uff… - exclamé- que de cosas. – añadí contemplando detenidamente los platos.
En aquella bandeja había dos huevos fritos, un vaso de leche, churros, dos tostadas y un zumo de naranja. Claramente había demasiadas cosas comparado con el pequeño tazón de cereales que acostumbraba a comer.
- Pues es un menú explícito para ti, chica anémica, así que te lo vas a comer todo como prometiste.
- Está bien, lo intentaré. – dije mientras pensaba por dónde empezar.
Empecé a desayunar. No tenía apenas hambre pero que se le iba a hacer. Cuanto antes me recuperara antes saldría de allí.
Mientras pegaba pequeños bocados a aquella tostada no pude evitar mirar a Víctor. Lógicamente, no había mucho a lo que mirar allí.
Víctor me miraba fijamente contemplando cada uno de mis movimientos. Estaba apoyado completamente en el respaldo de aquella butaca. ¡Estaba tremendamente sexy!
Me fije detenidamente en la ropa que llevaba. Un jersey ajustado negro y vaqueros. Llevaba el pelo de punta y también le quedaba muy bien, aunque me gustaba mucho su estilo larguillo y liso.
Dios, ¡le estaba mirando descaradamente! Cada vez me estaba pareciendo más y más a esas chicas que se guían solo por un buen físico y un talonario con muchos ceros colgado del cuello.
- ¿Tú no desayunas? – pregunté intentando desviarme de mis pensamientos.
- Como no me desayune a una de esas enfermeras, no sé que podría desayunar aquí. Prefiero esperar a la noche y no dejarte sin una enfermera que pudieras necesitar después.
Me entró un escalofrío al imaginarme la escena. La pobre enfermera vagando por los pasillos buscando alguna de las habitaciones de sus pacientes y un vampiro asechándola entre las sombras. Sonreí. Pero eso me hizo preguntarme también…
- ¿Matas a tus presas?
- Bueno… - lo pillé desprevenido- normalmente no, pero eso también depende de que persona. Si mi víctima es una chica, la dejo con vida, incluso con sangre suficiente como para que siga su camino. Después de morderla le borro la mente y no se acordará de nada de lo que le ha pasado. Pero si mi víctima es un macarra o un ladrón, violador, etc. suelo... saciar bastante mi sed.
- Bueno, me alegra que no mates a las pobres chicas…- comenté.
Ya había conseguido terminarme casi todo el desayuno y le di la bandeja a Víctor el cual salió de la habitación para devolverla a su correspondiente lugar. Yo aproveché mientras para ir al baño. Conseguí llegar casi sin problemas ya que estaba bastante cerca. Cuando regresé a mi habitación Víctor ya estaba otra vez en su sitio.
- Quiero quitarme esta estúpida bata. – dije.
- ¿Por qué? Si estas muy sexy. – sonrió.
Volví a mirar la bata, definitivamente era feísima. Aunque estaba abierta por los lados y a no ser por un fino cordón que servía como cinturón, se me estaría viendo todo el cuerpo. Ya veía lo sexy que mencionó él. No pude evitar sonreír.
Entonces Víctor me atrajo hacia él con un rápido movimiento y me sentó en su regazo. Intenté levantarme pero él me lo impidió y estiró su mano para acariciarme el rostro. Era un tacto frío pero agradable y sus ojos eran penetrantes y brillaban cuando se cruzaban con los míos.
En ese momento entró el doctor y nos pilló de esa guisa. Me levanté rápidamente y por ello me mareé y casi perdí el equilibrio.
Víctor me sujeto y me ayudo a meterme en la cama.
- Siento interrumpir la escena romántica. Bien, ¿Qué tal a desayunado? - preguntó el doctor
- Me lo he comido todo con mucha dificultad y tengo un poco de nauseas. - contesté
- Eso es normal al principio, ya se irá acostumbrando. Bueno siga así. Volveré después del almuerzo. – se despidió saliendo de la habitación.
Víctor me miró y sonrió pícaramente.
Yo me sonrojé y le devolví la sonrisa.

domingo, 20 de septiembre de 2009

HiStoRia De AmoR - 19 - B

- Eso ya suena más normal. – su sonrisa picara me hipnotizó – cuando quieras repetimos. – añadió sin perder la sonrisa y acariciando mi rostro con dulzura.
- ¡No! – grité mientras le daba un manotazo.
Por fin reaccionaba con lógica y me disgustó muchísimo lo ocurrido. ¿Cómo podía haberse atrevido a hacerme… eso… cuando yo tan siquiera estaba cociente? Era asqueroso y despreciable. Me quedé mirándole incrédula y con cierto asco…
… Pero el simplemente partió a reír. Lo hacía con ganas y eso me aturdió totalmente. Hice un mohín de disgusto.
- Que ingenua eres Alexia. – dijo entre risas- ¿De verdad creías que te habría tocado así como así? Y sobre todo estando inconsciente. Creí que me conocerías un poco mejor… Yo jamás te haría daño.
- ¿Me has… mentido?- conseguí preguntar.
- Era una simple broma… - dijo. Eso fue bastante para que me enfadara totalmente con él.
Cogí mi almohada y le sacudí con ella. O eso creía…
Cuando di el golpe él no estaba ahí. Busqué por la habitación y lo encontré en al otro lado de esta. Riéndose, por supuesto.
- Que lenta eres. Y que pocos reflejos, ¿no crees?
- Déjame en paz. – Terminé la conversación y me acosté en la cama tapándome con la enorme corcha.
Le di la espalda con la intención de que comprendiera que quería que se fuera. Pero esté no dio por terminada la charla y se sentó a mi lado otra vez.
- Solo quería entretenerte… podías haber sacado… el otro tema…
- ¿Otro tema?
- Bueno, los otros temas… Podrías haber sacado el hecho de que unos compañeros de clase te hubieran intentado violar…
- Ah…- dije sin aliento.
No había pensado en eso aun y entonces reavivé esas imágenes en mi cabeza que me hicieron estremecerme y llevarme las manos a la cabeza.
- … o el hecho de que hubiera vuelto, en el momento preciso al fin y al cabo, cuando dije que no volvería…
- ¿Por qué volviste? – pregunté entonces acordándome de todo con más claridad.
- Bueno… quería volver a verte. Quería ver si estabas bien… y aunque me prometí que no me verías… no tuve otra opción en esos momentos.
Le miré fijamente mientras analizaba toda esa información. Esté se levantó entonces.
- Bueno, ya estás bien a salvo, la policía se ha llevado a esos tres así que no creo que vuelvan a molestarte… Cuídate. – se despidió.
Dio media vuelta para irse…
… pero algo lo detuvo.
Mi mano le agarró fuertemente la camisa. Había salido de la corcha y ahora todas mis fuerzas se centraban en que no se fuera. Él miró incrédulo como me aferraba a él.
- No… te vayas. – sollocé. Contuve las lágrimas y esperé con todas mis ganas una respuesta.
- …¿Por qué no? – preguntó.
- Yo… esto… - no sabía que responder. Ni yo misma sabía que estaba haciendo.
Se giró de nuevo y me abrazó fuertemente. Como si me hubiera estado anhelando durante mucho tiempo y por fin me tuviera en sus brazos.
- Por ahora me sirve con eso. – fue todo lo que dijo.
Nos quedamos así, abrazados…

jueves, 17 de septiembre de 2009

HiStoRia De AmoR - 19 -

Me desperté en una ha habitación. Estaba tumbada en una cama y me detuve a ver el sitio en el que me encontraba. L as paredes eran blancas y los muebles tenían tonalidades blancas. Por la ventana entraban lo que parecían los primeros rayos de sol de la mañana. Junto a mi cama había una mesita de noche en la que había un jarrón cutre con flores baratas pero a su vez, bonitas. ¿Un hospital? Me pregunté.
Intenté levantarme y algo en mi brazo me lo impidió. Tenía puesto un gotero. Definitivamente esto era un hospital.
Odiaba las agujas y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Como pude, controlé mi miedo y respiré hondo. No hay nada en mi brazo, me mentí. Continué examinando la habitación y una oleada de sentimientos me embargaron cuando vi a Víctor a mi lado. Estaba sentado en un sillón que había junto a mí y estaba durmiendo. Pero que monada, pensé.
Intenté alargar mi brazo para cogerle la mano, pero no me acordaba del odioso gotero y solté un pequeño grito ahogado cuando noté como la aguja de movía dentro de este.
Víctor abrió los ojos poco a poco y me miró. Me quedé parada mirándole fijamente hasta que este me sonrió y aparté la mirada tremendamente avergonzada.
- Buenos días, bella durmiente – me saludo riéndose - ¿Qué tal estás?- Preguntó con algo de preocupación en su voz.
- Bien… - dije con un hilillo de voz.
- ¿Quieres que te quiten ya el gotero? – preguntó y yo le eché una mirada tremendamente agradecida.
- Si, por favor – supliqué.
Víctor salió de la habitación sonriéndome como siempre hacía. Al cabo de unos minutos entraron un doctor y una enfermera junto con él.
- Buenos días, ¿cómo se encuentra? – preguntó el doctor mientras la enfermera me quitaba el gotero.
Aparté la vista para no marearme al ver la aguja y cerré los ojos con fuerza con la esperanza de no sentir nada.
Una vez hubo terminado mi patética actuación y mi brazo estuvo a salvo volví a mirar al doctor.
- Estoy bien, gracias – respondí a su anterior pregunta.
- Perfecto. Veamos. Ha sufrido usted un desmayo producido por la anemia. Este señor la trajo entrada la noche y tuvimos que inyectarle sangre. ¿Come usted normalmente? es decir, ¿se salta alguna comida?
- Bueno… no he comido mucho últimamente – confesé – Casi nunca tengo hambre…
- Señorita aunque no se tenga hambre no puede saltarse numerosas comidas. Su cuerpo necesita los alimentos para coger nutrientes que la mantengan con fuerzas y poder crear la sangre que reparte estos nutrientes por todo su organismo. No debe tomarse estas cosas a guasa. Cuando llegó aquí su estado era crítico. Si no la hubiéramos atendido no lo habría podido contar – Me miró serio y Víctor también.
- Lo siento… - reflexioné – comeré aunque no tenga hambre… - le prometí.
- Eso espero – rezó, mientras escribía algo en su cuadernillo – Y para asegurarnos de que esto se cumpla la tendremos hospitalizada aquí unos días. ¿Puede facilitarnos el número de teléfono de sus padres?
- Oh, no… están de vacaciones y no me gustaría estropeárselas por mi culpa – le pedí.
- Lo siento pero son las normas…
- Perdone, - intervino Víctor – Soy su novio y estoy a cargo de ella. ¿Le importaría que yo informara a sus padres? También me ofrezco a pagar la hospitalización si es lo que os preocupa.
- Está bien – meditó el doctor.
Todos salieron de la habitación y yo me quedé sola. Contemplé los rayos del sol que ya casi me cegaban.
Al poco tiempo, Víctor entró y se sentó en el sillón junto a mi.
- Te lo devolveré – le juré.
- No me debes nada – contestó ofendido – tengo mucho dinero, no voy a echarlo en falta – sonrió.
Nos quedamos en silencio contemplándonos el uno al otro.
- Gracias por lo de anoche… - le dije con tremenda sinceridad. Entonces recordé más a fondo lo sucedido y el asunto de mi ropa rajada… ¡Mi ropa rajada!, me dije asustada. Baje la vista para ver el estado en el que me encontraba. Tenía puesta la típica bata de hospital.
- Anoche… que pasó cuando… - pregunté asustada. La chica indefensa semidesnuda y desmayada en manos de un chico y en la lejanía de cualquier posible ayuda… Pero Víctor no creo que… aunque esto no quita que es un hombre y es su naturaleza… pero…
- Fue increíble – dijo mientras me sonreía y abría los ojos de par en par como recalcando lo esplendido que fue. Mis peores temores se habían confirmado…
- Pero…- Seguía sin poder creérmelo.
Víctor me miró seriamente y yo me ruboricé al pensarlo en ello…
Entonces se levantó y se acercó a mí teniendo su esplendido rostro a escasos centímetros del mío. Me miró fijamente a los ojos y la poca sangre que tuviera, acudió a mis mejillas poniéndolas al rojo vivo.
- Deberías estar gritándome y diciéndome de todas las cosas que se te ocurrieran menos bonito, y sin embargo te sonrojas y callas – advirtió sorprendido.
Yo no sabía que decir y solo conseguí tartamudear un:
- Yo… capullo.
Entonces Víctor sonrió y terminó con la distancia que nos separaba dándome un cálido beso que poco a poco fue convirtiéndose en un beso fugaz y lleno de ansiedad que me recordó al de la noche pasada antes de que me desmayara.
- Eso ya suena más normal. – su sonrisa picara me hipnotizo.


Continuará...