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Novelas



- Historia de amor -



PREFACIO

¿Cómo olvidarlo?
Todo era tan perfecto…
Esas noches en las que solo importábamos tu y yo.
Esas noches que eran para nosotros solos…
Esas noches de calidos besos y abrazos…
¿Qué nos paso?…
…Ni te imaginas como me gustaría… Nose…
Que todo regresara… Que todo fuera… Real…
…Sin tan solo… Te hubiera tenido alguna vez conmigo, en carne y hueso, en vez de solo en mis sueños…
Yo solo… Estoy soñando que me quieres…

CAPITULO 1


Comienza el curso.
No he dormido nada para variar.
Odio el instituto...
Me levanto de la cama y apago furiosa el despertador.
Lo primero, ir al baño. Me labo la cara y me peino un poco.
Despúes de eso, me doy cuenta de que una ducha me sentaría mejor.
Me dirijo al armario .. no se que ponerme. Si me visto de negro me dirán "emo" o "gótica".
Si me visto con baqueros y una camisa normal, me dirán "friki" o "fea"
Definitivamente no los comprendo, así que me vistó como me da la gana. Si de todos modos me van a insultar...
Pantalones negros, camisa negra, combers, guante negro y largo, eyeline negro y una pasada negra con un lazo.
Hoy me dirán emo.
Salgo de mi casa y cojo mi bici.
Al llegar al insti mi amiga Erika está perdida mirando para todos lados, cuando me ve se acerca corriendo:
- ¡Hola Alexia!
- ¡Hola Erika!
Mi queridisima amiga, Erika. La más emo del lugar, sin contarme a mi claro. Nos conocemos desde bien pequeñitas y lo sabemos todo la una de la otra.
Para mi es SAGRADA. Que nadie ose ofenderla si no quiere verselas conmigo.
- Oye.. ¿ Tu sabes donde está nuestra clase? T.T
- Aula 11, está en la segunda planta. No me digas que te habías perdido...
- Bueno yo... esto...
- Ja,ja,ja eres muy torpe Erika.
Encontramos la clase y nos sentamos en el final. No conociamos a casi nadie a pesar de llevar 3 años en ese instituto.
Las miradas nos asechaban y la clase, comenzó.


CAPITULO 2
- Buenos días. Mi nombre es Antony Lekker y seré vuestro tutor este curso.
Ante todo deciros que no soporto a los graciosillos. Espero que todos nos llevemos bien y no tenga que expulsar a ... muchos alumnos. - hizo una pausa para observarnos a todos lentamente. - Bien, comenzaré a asignaros una taquilla. Espero que las trateis bien. Ya sabeis "quien rompe, paga"
Primero diré el nombre de...
Alguien entró en clase y todos nos quedamos observando como cerraba la puerta y le daba una hoja al tutor. Este último se quedó unos segundos leyendo la hoja y finalmente dijo:
- Quiero presentarles a Victor Crawen
- Crown - corrigió el chico nuevo.
- Crown... Se a trasladado a la ciudad por motivos personales y quiero que todos seais amables con él. Victor puedes sentarte.

El chico nuevo fue tomar asiento. Me entró un cosquilleo en la barriga cuando me percaté de que el único asiento que quedaba libre estaba... al lado mía. Cuando ya estaba instalado en su correspondiente sitio el maestro comenzó con la entrega de taquillas.
Indesisa eche una ojeada al chico nuevo. Era tremendamente guapo. Pelo negro, ojos grises, cuerpo definido... puff como podría soportar tener ese monumento justo a mi lado. Tenía un aura misteriosa que me encantaba. Volbió la cabeza y me miró a los ojos fijamente. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y no pude evitar mirar para otro lado. Evité volber a mirarle hasta que sonó el timbre.




Por fin sonó el timbre y todos fueron al comedor. Antes de que me diera tiempo a reaccionar ya tenía a mi querida amiga junto a mi mesa.
- ¡¿Pero tu has visto a ese chico?! ¡Es super guapo! ¡¿Cómo has podido tener tanta suerte de tenerlo al lado?! Me cambiaras el sitio, ¿verdad? - me solto en escasos segundos. Mi cerebro trabajaba mucho separando las palabras para poder entender lo que me había dicho. - Pienso pedirle su número de teléfono, su dirección y ¿quién sabe? Tal vez surja el amor... - terminó mientras daba giros felizmente sobre sí.

- Estás paranoica, Erika - dije burlona. Cojí el dinero y salimos de clase.
El comedor ya estaba lleno pero conseguímos una mesa libre y nos sentamos con nuestro almuerzo.
- Nuevo curso y la misma asquerosa comida. Espinacas, ¿es que hay alguien que se pueda comer esto? Desde luego que lo habrá, y después nos diran a nosotras "raritas"
- Pues a mi me gusta. - dijo con una de sus sonrrisas. Si Erika tenía algo que la hiciera especial, era su sonrrisa. También destacaba su amabilidad y comprensión. Algunas veces llegaba a ser algo cabezota pero su sonrrisa lo curaba todo. Era radiante.

- Tu ya eres rara, puedes hacer lo que quieras. - le repliqué entre carcajadas. Erika me dió un cate y luego se unió a mis risas.
- ¡Mira! ¡El chico nuevo está allí!- exclamó.
Me volbí para poder verle. Si, allí estaba, levantandose de la mesa rodeado de chicas de diferentes cursos. Pijas, canys, animadoras, etc. Al parecer todas se morían por el chico nuevo. Él hizo caso omiso y salió del comedor. Algunas chicas volbieron a sus correspondientes sitios, otras simplemente le siguieron con la esperanza de ser las conquistadoras del nuevo triunfito. Que típico... ¿Cuando aprenderán?
- Voy a ir a hablar con él, ahora vuelvo.- me dijo Erika mientras se escabullía por el burullo de gente.
- ¡Erika! No hagas tonterias no ves que... - intenté adbertirle pero ella ya estaba lo bastante lejos como para no escucharme.
Me quedé allí sentada. Almenos no estaba sola... me acompañaban mis queridas espinacas... Sonó el timbre y tiré esas hiervas verdes envenenadas a la basura mientras me terminaba mi refresco.
Volbí a clase.


CAPITULO 3

Al fin logre entrar en clase, claro está,después de pasar por aquel pelotón de gente. Jamás lo lograré entender: ¿Porqué tanta ansia por entrar en clase?¿Tantas ganas tienen de estudiar, hacer deberes y soportar los sermones del maestro?
Pero claro, que conste que yo soy la "rara".
Con las pocas fuerzas que me quedaban, conseguí sentarme en mi silla. Me eché para atrás y apollé el cuello en el cabezal de la silla. Solté un pequeño suspiro mientras contemplaba los chicles pegados en el techo. Entonces mis tripas empezaron a chirriar... pobresitas, tendrían que esperar hasta la hora de cenar.
- ¿Has vuelto a tirar las espinacas o qué? - preguntó mi querida amiga Erika.
- Mmm... - fue todo lo que pude decir.
- En fin... no he conseguido hablar con el chico nuevo, todas las chicas le rodeban...
pero yo tengo la suerte de que está en nuestra clase así que encuanto entré... je.
- ¿Por que no te limitas a dejarle en paz? Es guapisimo, lo reconozco, pero cuando me mira me entran escalofríos.- dije mientras temblaba solo de recordarlo.
- ¿Qué te a mirado?¿Cuándo?¡Pero que suerte tienes tía! Eso no se hace, yo ni aun no e podido ni acercarme y a ti ya hasta te mira... - dijo como si fuera una niña pequeña a la que le ha entrado una pataleta.
- O si, que suerte, me ha mirado.- dije sarcastica. Cerré los ojos y me sumergí en mi mundo.
- ¡Está allí!- fue todo lo que dijo Erika antes de desbanecerse. Cuando abrí los ojos para mirarla ya estaba en la otra punta de la clase junto al chico nuevo.
Preferí cerrar los ojos un ratito más pero justo en ese momento sonó el timbre. Siempre tan oportuno, me tiene manía... seguro.


CAPITULO 4


Todos se sentaron y el profesor comenzó la clase.
Evité echar un vistasito al chico nuevo y me puse a juguetear con mi pelo.
Al rato algo se cayó de una mesa y rodó asta mi pie. Miré hacia abajo y cojí el lápiz que sa había caído. Un escalofrío más grande qué el primero recorrío toda mi columna vertebral cuando pude ver que Victor estaba girado hacia mi con la mano en el filo de la mesa como si hubiera tirado el lapiz aposta. Tenía la cabeza apollada en la mano y me miraba fijamente con una sonrisa pícara.
Le miré fijamente a los ojos como señal de que dejase de mirarme... que habrá sido de la cortesía de las antiguas épocas...
Le tiré el lapiz con maldad por seguir mirandome así y me puse a mirar a la pizarra.
Creo que fue la clase en la que mas atendí al profesor en toda mi vida.
Cuando sonó el último timbre del día todos salieron corriendo.
No estaba en mi naturaleza ser tan hiperactiva, me tomaba las cosas con calma.
Me levanté, guardé mis cosas y me despedí de Erika la cual me prometió que luego me llamaba.
Una vez en la salida me lo volbí a encontrar, apollado en la pared del pasillo, de nuevo mirandome fijamente. Puse mala cara y me di más prisa por salir.
Empecé a caminar, me esperaba un largo camino hasta mi casa.
Cuando llegué no había nadie en casa. Normalmente no hay nadie en casa. Mis padres siempre llegan tarde del trabajo así que yo tenía que hacerme la cena. La triste soledad... para algunos porque a mi no me importaba perderme las eternas broncas día tras día de esos padres que tan solo pretenden guiarte por un buen camino. Se estaba bien así.
Mis tripas rugieron y me acordé de que estaba MUERTA DE HAMBRE.
Subí a mi cuarto y solté la maleta. Bajé a la cocina y abrí el frigorífico.
Una rica pizza, ya se me hacía la boca agua. La metí en el horno y mientras se hacía subí a mi cuarto y me di una ducha. Una vez refrescada y con el pijama puesto saqué la pizza del horno.
Cuando terminé fregué el plato y me senté en el salón para ver la tele.
Quince minutos más tarde el teléfono empezó a sonar.
- ¿Si? - pregunté tontamente. ¿Quién podría ser a esta hora y después de haberme dicho que me llamaría?
- Hola Alexia, soy Erika, ¿ya has cenado?
- Si, mis tripas ya están más calmadas y prometen no molestarme hasta mañana - Erika se echó a reir.
- No paro de pensar en Victor... conseguí saludarle pero me miró de refilón y luego se fue...
- Es un borde, pasa de él.
- Que fasil es para ti, como tu no te has enamorado...
- Ni tu tampoco, querida. - ambas con echamos a reir.
En ese momento llegó alguien a casa.
- Ya ha llegado mi madre tengo que colgar, hasta mañana Erika.- me despedí.
- Adiós.
Colgué el teléfono y me dirigí a la entrada.
- Hola, mamá.
- Hola, Alexia, ¿qué tal el primer día?
- Como siempre, Erika se a sentado en mi lado derecho. Nos han asignado las taquillas y nuestro tutor es nuevo. También a llegado un chico nuevo ...
- ¿Es guapo?-preguntó con una sonrisa.
- Muy guapo, pero es un chico muy borde.
- Bueno tengo sueño me voy a acostar ya. - soltó un bostezo.
- Buenas noches.
- Buenas noches. Apaga ya la luz no vallas a estar hasta las tantas leyendo que mañana estarás cansada.- me dijo mientras subíamos las escaleras.
Me tumbé en mi cama y me puse a leer. No puedo evitar leer por las noches. Solo leí un capitulo y apagué la luz.
Estaba muy cansada y no tardé mucho en quedarme dormida. Esa noche no tube ningún sueño.


CAPITULO 5


"piiiii, piiiii, piiii"
Maltito despertador, ¿porque no se podía haber escacharrado?
Me levanté de mala gana y me di una ducha con agua fría, que, apenas consiguió despertarme.
Abrí el armario y pillé unos baqueros y una camiseta de cuadros.
Cogí el dinero del almuerzo y me desayuné unos cereales.
Mochila al hombro y rumbo al infierno.
Me paré en la entrada y me puse a buscar a Erika. No estaba por ninguna parte.
- Niña boba, ¿donde te habías metido? - me dijo una voz por detrás.
Cuando me giré me quede con la boca abierta. Alguien con fasciones parecidas a Erika estaba delante mía, pero no podía ser ella. Llevaba una mini falda AMARILLA con una camisa de tirantes super escotada y lo peor... tacones y un kilo de maquillaje en la cara.
- ¿Erika? Dime que no eres tu... - supliqué en bano.
- ¿No te gusta? - preguntó mientras giraba sobre sí para exsivirse mejor y puso su sonrrisa esplendida- me lo a dejado mi prima, me queda muy bien ¿no cres?
- Erika, estás echa una pija. - dije sin dudar. Ella me puso mala cara y entramos en nuestra clase.
- Ayer Victor no me habló porque iva emo, cuando hoy me vea así tan super mona caerá a mis pies.. y no lo compartiré contigo que lo sepas.- dijo sacandome la lengua.
- En fin... has lo que quieras, pero hoy das más miedo que ayer, eso te lo aseguro.
Me senté en mi sitio y Erika se quedó reboloteando a mi alrededor contandome su futuro junto a Victor.
Pude oir como se movía la silla de mi izquierda y Erika voló asia allí.
- ¡Hola! Me llamo Erika. Si tienes alguna duda puedes preguntarme a mi. - se ofreció sonrriente.
Me digné a echar un vistazo a la la romatica escena. Victor volbió a mirarla de reojo y bajó la vista hasta su libreta. Luego se giró y me miró. Bajé la vista abergonzada.


CAPITULO 6

¿Pero porqué no dejaba de mirarme? ¡Ya estaba jarta! A la proxima vez le iva a cantar las cuarenta, ¿pero quién se a creido que es?
- Te odio.- me lloriqueó Erika.
- Yo tambien te quiero, Erika - le contesté con una sonrisa - ¿Por que motivo en esta ocasión?
- Solo te mira a ti...Yo voy, le saludo, me visto bien, le sonrio y ... ¿que consigo? Un vistazo de reojo y que le clave la vista a mi mejor amiga grr...- refunfuñó con cara de ravia.
- Estoy arta de que me mire. No me gusta que me miren así. Y ahora ... por favor Erika... ¡vuelbe a ser tu!
- Ahora que me empezaba a acostumbrar a esta ropita tan cool... - suspiró.
- ¿Cómo has podido pasar de emo a pija en un día? - pregunté asombrada y aterrorizada.
- Todo por amor Alexia, todo por amor ...
Sono el timbre y todos nos sentamos. La profesora Smith comenzó su clase de matemáticas y los alumnos, por tanto, empezaron a hablar entre ellos.
Abrí mi libreta y me limité a dibujar lo primero que se me ocurría. Cerré los ojos y comencé a dibujar lo que veía en mis visiones. Un parque. Era siniestro, rodeado de arboles sin hojas devido al otoño. Había un columpio y una especie de iglú de plástico. Terminé el dibujo cuando el timbré marcó el cambio de clases. Cogí mis cosas de la taquilla y me dirigí a la siguiente clase. Sentí como si alguien me estubiera mirando y miré de soslayo por encima de mi hombro. Victor, a tres metros de mi, mirandome fijamente con esa sonrisa suya. Apreté el puño y estube apunto de girarme para darle frente, pero ya llegaba tarde a clase de lengua y nuestra maestra Purificación es muy estricta. Entré en clase y me senté. Aun rabiosa no podía dibujar sin hacer estragos en mi libreta. Miré a la pizarra pero aguantar a nuestra maestra era peor aun que mirar la hora entera a las musarañas. A contar chicles pues... ¡No! ¡¿Quién a podido quitar los chicles del techo?! Mi único entretenimiento de emergencia...
Desde luego tengo un gafe...
Acabé mareada de los discursos de nuestra querida Puri, ya estaba algo más tranquila pero tenía que evitar verle de nuevo o mis nervios se dispararían.
Por fin, hora de almorzar.
Rumbo a la cantina junto con Erika pasó lo que no quería que pasara.
Victor, recotadó en la pared del pasillo y como no... apuñalandome con su mirada y su sonrisa traviesa.
- Alexia, ¿donde vas? - preguntó Erika.
Me encaminé a él con cara de mala leche.Ya solo quedabamos nosotros tres en el pasillo.
- Vale ya, ¿no? ¡Deja de mirarme! ¿De que vas? No hablas con nadie y te quedas todo el rato mirandome con esa sonrisita. - le grité casi agarrándole por el cuello de la camisa.
- Valla valla, encantado de conocerte tambien, Alexia.
- ¡Pero de que vas! Dios deja de mirarme, te lo advierno o si no...- me agarró las manos con un movimiento ágil y cambiamos los papeles, de un giró en seco me tenía contra la pared y no podía safarme.
- ¿O si no, qué, Alexia? - preguntó a escasos centímetros de mi oreja. Luego me miró a los ojos y juraría, que estaban rojos. Sus preciosos ojos grises pasaron a ser rojos.
- O si no ...- intenté terminar, pero aquello me dejó descolocada y no podía pensar con claridad.
- Chicos parar ya, sueltala Victor, por favor... - Intervino Erika con un tono de angustia en la voz.
En ese momento los ojos de Victor volbieron a su estado avitual, ladeó un poco la cabeza, sonrió y me soltó.
- Un placer, adiós. - se despidió haciendo una reberencia. Claramente intentarma hacerme rabiar aun más. Luego se marchó.
- Vamos
Nos fuimos a la cantina sin decir nada del asunto en todo el camino.



CAPITULO 7

- Alexia, estás muy pálida. - adbirtió Erika.
No podía contestar, estaba absorta. Todo pasó tan rápido que hasta ese momento mi cerebro no empezó a manipular la información recogida y ahora todo se regujaba en mi mente.
- Alexia, ya a tocado, apenas queda gente... vamos a llegar tarde... ¡venga!
Me levanté y Erika se encargó de arrastrarme hasta el gimnasio. Intente centrarme en la clase, me cambié en los vestuarios y acudí con el resto de alumnos enfrente del maestro el cual estaba pasando lista.
- Bien, vamos a comenzar con hockey. Coger los palos y la bola y enseñarme lo que sabeis.- Nos dijo el profesor.
Comenzamos a jugar. Mi cuerpo estaba allí, jugando, pero mi mente solo pensaba en lo ocurrido antes. Intenté despejarme la mente como pude y comencé a jugar.
Pero me fue imposible, tantos palos, tanta gente, tantos movimientos...
¡No podía más! Empecé a verlo todo turbio y finalmente... me desvanecí.
- Mmmm... - comencé a despertarme.
- Alexia, ¿estás bien? - me dijó una voz muy familiar.
- ¿Mamá? ¿Donde estoy? ¿que ha pasado? - pregunté estrañada.
- Te mareaste y caiste desplomada. Me llamaron para decirmelo y he tenido que salir del trabajo, ¿estás bien?
- Ah, si. Estoy bien solo fue un mareo.
- ¿Estás segura?
- Si, si. Puedes volber al trabajo mamá, estaré bien enserio. - intenté conbencerla. Quería estar sola para poner en orden mi cabeza.
- Bueno, si te encuentras mal llamame, adiós.
Salió de mi cuarto y yo volbí a tumbarme en la cama.
Sus ojos... cambiaron de color... ese gris... se conbirtió en rojo... ¿Pero... como...?¡No puede ser!
Alomejor fue mi imaginación... alomejor ya estaba algo mareada antes de lo ocurrido... normalmente no soy violenta y me tube que poner seria para que me dejara en paz. Pero no salió precisamente como me imginaba...
Tambien, me llamo Alexia... ¿Cómo podía saber mi nombre?
Me golpeé la frente cuando cai en la cuenta de que estaba en mi clase... y justo a mi lado.
Seguro que lo lo habría oído de Erika o cuando el maestro repartía las taquillas.
Victor... era muy fuerte, almenos más que yo (aunque aquello no me sorprendía mucho)
Cuando me habló al oído y me miró con aquellos ojos...¡ me quedé totalmente perdida! y no me esperaba para nada que se chafase de mi tan fasilmente y me golpease contra la pared, ¡teniendome totalmente acorralada!
¿Y si no ubiera estado Erika delante? ¡Podría haberme manejado a su antojo!
Una vez terminé de ordenar mis pensamientos me levanté de la cama y pasé el resto de la mañana escribiendo lo ocurrido en mi diario y viendo la tele.
"Ring, ring"
El sonido del teléfono me despertó.
- Mmm... ¿si? - pregunté un poco atontada.
- Alexia, ¿como estás? - me preguntó Erika.
- Muy bien, gracias. ¿Que tal todo por allí?
- Bueno pues nos diste un susto muy grande... sobre todo a mi... ¡No me vuelbas a hacer esto!
- Está bien Erika.
- Bueno tengo que colgar, es muy tarde y solo llamaba para ver como estabas...
- ¡Espera! - le supliqué
- ¿Si?
- Esta mañana... cuando Victor... ¿viste algo inusual?
- ¿Algo inusual?¿Como que?
- Algo en su aspecto... algo extraño. - no podía soltarle que si había visto sus ojos rojos o creería que aun deliraba.
- No, aparte de que te apresara contra la pared, con su lindisima sonrisa traviesa... y te hablara tan cerca ... no noté nada más - respondió un tanto enfadada.
- Erika, ¿estás enfadada conmigo? - pregunté lo odbio.
- ¿Yo? ¿Esque he de estarlo?
- Erika...
- Tengo que irme ya, adiós. - me interrumpió.
No me dió tiempo a despedirme... ya estaba comunicando.
Aquella noche... soñé con Victor. Y aunque no entendía porqué... tambien soñe con el parque que esa misma mañana había dibujado. El columpio y aquel iglú ...

CAPITULO 8

Me levanté bien temprano y me di una larga ducha.
Piratas negros y camisa blanca. Me abría vestido entera de negro, pero eso da más calor y claro... entre mi debilidad ante los problemas que a la mínima me desmayo... y el calor...
Desayuné lo típico, cereales.
Llegué temprano al insituto así que me puse a dar un paseo por el bosque de al lado.
Tarareé todo el camino. Me encantaba el paisaje.
Alguien me sujetó las manos por atrás y me atrajó a él.
- Buenos días, Alexia. - dijo una voz juguetona.
- Victor, ¿qué haces? ¡sueltame!
- ¿Porqué? Así se está muy bien ...
- Sueltame, te lo advierto...
Me dió la vuelta, sin terminar de soltarme, y me puso una sonrisa tan dulce que hasta el alma se me congeló.
- Estás muy pesadita con las advertencias, ¿no?
- Y tu estás muy confiado para no conocerme de nada, ¿no?
- Claro que te conosco, Alexia.
- No, no me conoces.
Me volbió a dedicar una sonrisa y luego juntó su frente con la mía.
- Ayer... tus ojos...
- ¿Si?
- Estaban... rojos. - conseguí decir mientras intentaba separarlo de mí, pero fue en bano.
- ¿Enserio? Valla... por qué será... - soltó una carcajada.
Escuché el ruido de algo caer y miré a nuestro lado. Erika estaba mirandonos. Se quedó allí parada un buen rato pero finalmente salió corriendo. Su mochila se había quedado allí, justo donde había caido.
- ¡Erika! - intenté llamarla pero Victor no me permitía ir tras ella.- ¡Sueltame! ¡Ya!
- Mmm... - dudó.- No quiero - respondió feliz.
- Porfavor. - le supliqué.
- Está bien, te liberaré por ahora. Pero luego iré a verte. ¿De acuerdo con las condiciones de la libertad condicional?
- Si, pero sueltame.
Finalmente me liberó y yo salí corriendo por donde se había ido Erika.
Fue fásil encontrarla. Estaba en el baño metida en una de las cabinas.
- Erika, por favor.
- ¡Vete!
- ¡Erika yo no hice nada!
- Ya, claro.
- Te lo prometo... estaba dando un paseo por el bosque cuando de repente me agarró.
- ¡No quiero saber nada más de ti, eres despreciable!
- Pero... Erika... por favor...
Salió de la cabina y me miró fijamente. Tenía lagrimas en los ojos y cara de enfadada. Me abofeteó y salió del baño.
Yo me quedé allí unas cuantas horas ...

CAPITULO 9

Estaba echa polvo. Me quedé allí en el baño dentro de la misma cabina de la que había salido Erika.
Y allí sentada me pasé casi tres horas llorando.
Erika, mi mejor amiga... me había dejado por que el chico que le gustaba no paraba de molestarme a mi, en vez de a ella.
Dios... Erika era mi única amiga. Perdiendola a ella ya no me queda nadie...
Estoy sola...
Y todo por culpa de Victor.
Le odio.
Me levanté y solté mi rabia dentro de aquella cabina. Puñetazo y patadas hasta que finalmente sonó el timbre.
El tercer timbre, que indicaba la hora de almorzar.
Esperé un poco a que la gente estubiera en el comedor y entonces salí del baño.
- Si que has tardado.- reprochó Victor que estaba esperandome apoyado en la pared.
Le eché una mirada acesina y me resistí de darle un puñetazo en la cara y con un poco de suerte partirle la nariz. Apreté los puños con fuerza y me dirigí a la salida.
El me siguió.
- No se si te has dado cuenta pero... dejaste tus cosas en el bosque. Me e molestado en recogerlo y ...
- ¡DEJAME EN PAZ! - le interrumpí.
Salí corriendo y cojí el camino hacia mi casa. El me alcanzó con fasilidad y me paró en seco.
- ¿Que te pasa? No me digas que esto es por esa chica.- dijo en tono ridículo.
- Esa chica se llama Erika, ¡Y era mi mejor amiga! - le chillé.
- Ya claro.- dijo riendose.
Volbí a salir corriendo y esta vez no me lo impidió.
- Recuerda, después iré a verte.- me advirtió, yo estaba ya muy lejos como para enterarme. Solo pensaba en llegar a mi casa.
Encuanto llegue me tumbé en la cama y me puse a llorar. Acabé quedandome dormida. Cuando me desperté ya era de noche. Bajé a la cocina, abrí el frigorífico y bebí un poco de leche para aclararme la garganta. Aprobeché para mirar el reloj que marcaba las ocho.
Me acordé entonces de que esa noche mis padres no volberian. Mi padre tenía una reunión en el estranjero y mi madre había ido a la despedida de soltera de una amiga.
Ya había subido el primer escalón cuando pensé que podía llamarla.
Corrí hacia el teléfono y marqué su número.
- ¿Si? - preguntó.
- Erika...- fue todo lo que me dió tiempo a decir. Ya me había colgado.
Volví a mi cuarto y me tumbé en la cama.
Me puse el mp4 e intenté relajarme.
Entraba una brisa fresca por la ventana abierta. Se estaba a gusto.
Derepente un excalofrío me recorrió todo el cuerpo y me levanté sobresaltada.
El suelo crujió y miré por todo mi cuarto. Volvió a crujir esta vez al lado del armario. Me levante y fui despacio. Abrí la puerta pero allí no había nada.
Joder, Alexia, deja de imaginarte cosas, me decía a mi misma. Me giré volbiendo a mi cama. Me quedé sin aliento. Victor estaba tumbado en mi cama. Jugueteando con mi mp4. Me miró dibertido.
- ¡Booh! - intentó asustarme.
- Como...que... pero... - no lograba pensar con claridad.
- Entré por la ventana, si la dejas abierta es muy fasil entrar, tonta. - sonrió.
- ¿Qué haces...aquí..? - conseguí preguntarle al fin.
- "Buscaba la heladería pero me he confundido de calle" - dijo sarcastico - La condición de que te soltara esta mañana era que te vería luego. Tu aseptaste, ¿recuerdas?
- Vete.
- No quiero. No tengas miedo. Como sigas andando para atrás vas a llevarte la pared en el camino. - señaló.
Hasta ese momento no me había dado cuenta de que estaba totalmente pegada a la pared. Abría sido un autoreflejo.
Se levantó y cojió algo del suelo, debajo de la ventana. Lo depositó en la silla del escritorio y luego se acercó hasta mí.
- Venga vamos, sientate anda. - me dijo con voz dulce.
Comencé a tranquilizarme, pero estaba barajando la posibilidad de tirarle por la ventana. Podría decir que fue un accidente.
- ¿Has estado todo este tiempo llorando? - preguntó incredulo y triste.
- A ti que te importa.
- Mucho. No me digas que a sido por esa chica.
- ¡Ya te he dicho que se llama Erika!
- Vale, vale. Pero no entiendo por que te lastimas por eso.
- Era mi mejor amiga...hasta que tu llegaste. - le eché en cara.
Comencé a llorar y apretaba los dientes con fuerza de pura rabia. El se sentó al lado mía y me sujetó el rostro entre sus manos.
- Alexia, si ella fuera tu mejor amiga, no te abría tratado así por un hombre. Menos por un chico que ni siquiera es su novio. La amistad es algo muy importante. Si ella no entiende eso no te merece como amiga.
Me quedé perpleja. Resultaba algo incluso lógico. Yo... no había echo nada malo.
Que me haya abandonado por un chico que no le hace ni caso... cuando ensima es él el que me acosa... no era muestra de una buena amistad desde luego...
- ¡Eso sigue sin quitarte a ti las culpas! ¡Tu fuiste el que no parabas de mirarme! ¿Y a que vino la escenita del bosque? Pasas de todos y a mi que no me conoces de nada me acosas. ¡Tu eres el que más culpa tiene en todo esto!
Me empujó de forma que quedase tumbada en la cama con él encima y sujetandome los brazos en cada lado. Su perfecto rostro... a escasos centimetros.
- Ya abrás notado, que puedo tener a cualquier chica. Sin embargo no me interesan las típicas busconas interesadas en el chico guapo. Te elejí a tí. ¿Y qué más da si no elejí a tu amiga? Te he podido demostrar con que clase de persona te juntabas.
- Quiero...que me hagas un favor.
- Lo que sea.
- Quiero que desaparescas de mi vida. Quiero que vallas con ella.
Se puso rígido y se levanto un poco. Me miró un tanto enfadado. Finalmente sonrió.
- ¿De veras quieres... no volber a verme... y que me valla con la chica que tanto te ha hecho sufrir?
- Si - aunque me hubiera dolido su comportamiento... aun la quería, Erika... quería que fuera feliz...
Se levanto rápido y se dirigió a la ventana. Se subió en la misma y me hechó una mirada dibertida.
- Que así sea. - se despidió. Sus ojos volbian a ser rojos.
Entonces saltó y yo me asomé asustada a la ventana.
Pero... ya no estaba...

CAPITULO 10

Cerré la ventana y miré mi cuarto. Me acordé de que puso algo sobre la silla del escritorio.
Fui a mirar que era. Mi mochila, genial... me había traido la mochila. Un detalle por su parte encargarse de ella todo el día.
Me tumbé en la cama y me puse a pensar mientras contemplaba el techo blanco.
"Pom, pom" llaban a mi puerta.
Entró mi madre y cerro trás de sí. Cojió la silla del escritorio y se sentó al lado de mi cama.
- Hola. - saludó. Estaba muy seria.
- Hola. - le devolbí el saludo.
- Me han llamado del instituto. Hoy has faltado a clases. ¿Puedo saber por que?
Mil escusas pasaron por mi mente en esos escasos segundos. Obté por la más creíble dado mi estado físico actual. Estaba pálida y tenía ojeras.
- Me encontraba mal. - mentí.
- ¿Qué te pasaba? - preguntó algo preocupada. Estendió su mano hasta mi frente para comprobar si tenía fiebre.
- Tenía mucha fatiga. Así que no salí de casa. Pero ya estoy mejor.
- Vale. No tienes fiebre así que solo descansa. - dijo mientras se levantaba. Abrió la puerta y se fue.
Me di la vuelta en la cama y simplemente intenté dormir.
Me levanté por la mañana y... el despertador no había sonado. Quedaban quince minutos para que empezaran las clases. Me levanté de un salto, me vestí y cojí la mochila. Salí corriendo sin tan siquiera desayunar.
Cuando llegué el maestro ya estaba en la clase. Me armé de valor y abrí la puerta.
- Señorita Alexia, ¡nos honrra con su presencia! ¿seguro que no prefería quedarse un poco más durmiendo? - dijo mientras me miraba con desprecio.
La clase empezó a reirse y pude oir como algún que otro chico me llamaba "pringada".
Me senté en mi sitio y quería que me tragase la tierra.
Miré a mi derecha. Erika estaba allí. miraba al frenté aunque probablemente no estaría atendiendo.
Ahora miré a mi izquierda. Victor estaba mirando por la ventana.
Era sorprendente como cambiaban las cosas en un día... como podían olvidarme las personas...
Lo soportaría, total, antes de conocer a Erika ... siempre estaba sola...
Pasaron las horas y porfin sonó el timbre del almuerzo.
Pude observar como Erika se levantaba y se dirigía a la mesa de su prima. Estubieron un rato hablando y finalmente salieron de la clase entre risas.
Victor fue detrás. Ni siquiera me miró, bien.
Cojí mi mochila y entoncés me acordé de que no había cojido el dinero para el almuerzo. Otra vez sin comer. Me moría de hambre. Llevaba dos días sin apenas comer nada.
Salí para dar un paseo.
Erika y sus nuevas amigas pijas estaban cerca de Victor. Me quedé por allí oculta para poder observar.
Erika le susurró algo a su prima y ambas soltaron una risita. Luego, agarradas por el brazo, se acercaron a Victor. Le dijeron algo y este les sonrrió. Estubieron todo el recreo juntos.
Victor estaba cumpliendo. Me alegro.
Yo volbí a clase y me puse a garabatear en mi libreta.
Así pasé el resto de la mañana.
Por fin sonó el timbre y volbí a casa.
Me acosté enseguida, solo quería dormir, dormir y dormir...

CAPITULO 11

Viernes por la mañana. Cogí la mochila y me fui. Ya no tenía ni hambre.
Llegué me senté y miré el estado de mi exmejor amiga. No estaba en su sitio. Miré para el otro lado... si allí estaba... con Víctor. Ella le estaría contando algo. Él se limitaba a escuchar.
Continué garabateando en mi libreta.
Pasaron las horas. Terminó el insti. Volví a casa y me puse directamente a dormir.
Así fueron pasando los días. Víctor y Erika no se separaban casi nunca.
Él estaba la mayor parte del tiempo serio, solo escuchando.
A Erika se la veía feliz y eso me bastaba.
A veces le cogía de la mano, se pegaba mucho a él y eso me hizo suponer que ya estaban juntos.
Pasaron los días. Yo siempre estaba sola. Apenas picoteaba algo a la hora del almuerzo. No tenía hambre y solo me dedicaba a dormir.
Dormir me hacía estar en otro mundo. En el que Erika y yo eramos amigas...
Poco a poco me fui olvidando de ella aunque no podía evitar ponerme triste cuando ella me miraba mientras acariciaba el rostro de Víctor y luego me sonreía. Me intentaba restregar que ella tenía a Víctor y no yo. Eso no importaba... pero el motivo por el que hacía eso sí... me quería hacer daño... y lo conseguía.
Los fines de semana me los pasaba en la biblioteca.
Ya había pasado un mes.
Era la hora de almorzar y todos los alumnos estaban ya en el comedor.
Yo no tenía hambre. Me puse a pasear por los pasillos del instituto.
Iba caminando despasio mirando al suelo.
Entonces vi a Víctor con Erika. Me quedé en la esquina y me asomé un poco para poder ver.
Ambos estaban apollados en la pared. Erika le dijo algo y se echó a reír. Luego Víctor se puso delante de ella y la cojió por la cintura. Pasó su mano por el cuello de Erika. Esta cerró los ojos y puso sus manos en la espalda de Víctor. Lentamente él se fue acercando a su cuello. Yo me asomé un poco más para poder verlo bien. Entonces Víctor se paró durante unos segundos y sin llegar a mirar hacia donde yo estaba, sonrió. Sus ojos se volbieron rojos y fue tal el impacto de darme cuenta de que no era mi imaginación que antes de que terminara de babosear a Erika yo ya me había ido.
Estaba segura de que sabía que yo estaba allí. Y sus ojos eran rojos ... esta vez estaba segura de que sí.
Pero...¿cómo puede ser posible que sus ojos cambien de color?
De tanto pensar ya me dolía la cabeza.
Fui a la clase y cogí una pastilla de mi mochila. Cogí un poco de agua en el baño la bebí.
Me quedé apoyada sobre el lábaro mirándome al espejo.
Cada día estaba más pálida.
Entonces oí un grito. Me dirigía toda prisa hasta el sitio de donde provenía.
Un grupo de gente rodeaba el sitio donde hacía escasos minutos habían estado Víctor y Erika.
Conseguí a duras penas abrirme paso entre la multitud. Una de las chicas, probablemente la que gritó, estaba llorando.
Al fin pude ver que causaba tal conmoción.
Erika estaba tirada en el suelo. Llena de sangre.
Di unos pasos lentamente hacia atrás y ... me eché a correr.
Estuve corriendo por todo el instituto.
Salí afuera y me puse a buscarlo por allí también. Finalmente lo encontré en la parte trasera, sentado en la sombra de un árbol. Tenía los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás.
Me acerque despacio. Él me escucho y se levantó. Me miró y sonrió.
Me quedé mirándole fijamente, sin expresión alguna, hasta que finalmente no pude más y mis ojos se llenaron de lágrimas. La rabia me inundó y me abalancé sobre él para pegarle.
- ¡¿Qué le has echo?! - Le gritaba todo el rato.
El simplemente se quedó mirándome sonriente mientras yo le pegaba. No le afectaba nada.
Entonces me arme de valor y le pegué un puñetazo con todas mis fuerzas ... que él paró con un movimiento ágil de su mano.
- ¡¿Qué le has echo?! - continuaba preguntándole ya sin apenas fuerza en la voz.
Entonces me hizo lo mismo que aquella vez que le pedí explicaciones por estar todo el tiempo mirándome. Me cojío y me apolló contra aquel árbol.
Me miró fijamente a los ojos y me dijo:
- Lo mismo que te podría hacer a ti.
Entonces aguantó mis manos con la suya y con la mano libre me quitó los primeros botones de la chaqueta dejando mi cuello libre. Me miró una vez más y pude ver otra vez como sus ojos cambiaban de nuevo al color rojo. Entonces lentamente bajó hasta mi cuello.
Aun recuerdo como mi pulso se congelaba y el pánico me embargaba.
Llegó hasta mi cuello y entonces ...
... Simplemente lo besó.
Levantó la cabeza de nuevo para mirarme y sonrió divertido.
Dio media vuelta y se fue.
Me quedé allí paralizada.

CAPITULO 12

Las imágenes se me mezclaban. Me apollé en el árbol. Escuchaba sirenas. Estaba mareada.
Cerré los ojos y me senté para que se me pasara el mareo.
Cuando fui capaz de andar volví a la parte delantera del instituto. Había una ambulancia y tres coches de policía.
Todo estaba atestado de gente.
Solo escuchaba el sonido de esas marditas sirenas.
Pude verla. Pude ver como se llevaban a Erika en una de esas camillas. Intenté acercarme pero uno de los chicos me empujó para atrás y yo caí al suelo. Cuando me incorporé la ambulancia ya se estaba iendo.
La policía empezó a mandar a la gente a sus casas. Hizo algunas preguntas a las personas mas cercanas al crimen.
Yo no podía apenas moverme.
Me fui andando. Al hospital.
Cuando llegué pregunté por Erika. Me dijeron que aun no podía verla y me senté a esperar en la sala espera.
Pasaron casi tres horas hasta que permitieron que pudiera verla. Antes tube que facilitarles la dirección y el teléfono para que llamasen a sus padres.
Entré en la habitación. Por suerte estaba dormida.
Me senté en el sillón que había a su lado y me quedé allí.
Los médicos me habían dicho que estaba bien, solo había perdido sangre. Le hicieron una transfusión y pronto volbería a estar como siempre. Me alegró escuchar aquello.
Erika, menos mal que no te había pasado nada grave...
Alguien entró. Eran los padres de Erika. Su preocupación estaba gravada en sus caras.
La madre me miró y vino hacia mi.
- Que haces tu aquí. Vete por favor. Tu ya no tienes nada que ver con ella, largo. - dijo con maldad.
Me levanté y me marché. Me vastaba con saber que ella estaba viva y se iva a recuperar.
- Chica estás pálida, ¿te encuentras bien? - me dijo un doctor que se cruzó conmigo por el pasillo.
- Si, solo estoy algo mareada, me pondré bien. - dije alejándome.
Salí de allí y regresé a mi casa.
Apenas pude dormir. Esa noche, tube una pesadilla.
Víctor era el protagonista. Vestía como drácula y Erika como la joven de siglos antiguos con su espléndido traje rojo. Él se abalanzaba contra ella y la mordía en el cuello. Derrepente el personaje de Erika no lo ocupada ella. Ahora yo vestía ese traje rojo y estaba en manos de Víctor.
Este bailaba conmigo delante de un enorme espejo. No se reflejaba, como suele pasar en las películas antiguas. Entonces me miraba y me pedía si quería estar con él por siempre y seguidamente perforaba mi cuello con sus colmillos, suave y delicadamente.
En ese momento me desperté. Estaba sudando.
Sin embargo la ventana estaba abierta. Miré por todo mi cuarto con la sola idea de que él podía haber entrado.
No había nadie.
Cerré la ventana y me di una ducha para quitarme ese sudor pegajoso.
Luego volví a la cama.
El peor Viernes de mi vida...

CAPITULO 13

Sábado por la mañana.
Aun estaba aferrada a las sabanas de mi cama. Me negaba a despertarme.
Tampoco quería pensar en nada, así que me puse a recordar alguna de mis canciones.
Pero entonces algo frío se posó en mi hombro y se deslizo delicadamente mor todo mi brazo.
- ¿Estás despierta? - susurró a mi oído.
Di un brinco y quedé sentada en la cama, en la esquina, pegada a la pared y aferrada a mi sábana.
Le miré asustada y podía notar de nuevo ese sudor frío en mi frente.
Se alejó por pura compasión pero su expresión aun era divertida.
- No voy a hacerte daño, Alexia. - dijo dulcemente.
- ¿Qué haces aquí? - pregunté. Sentía una mezcla de sentimientos: odio, rabia, temor...
- Venía a verte. Quiero hablar contigo.
Le miré fijamente y solté la sábana. Poco a poco me senté en el filo de la cama. Asentí levemente para señalarle que podía comenzar.
Con cuidado de no asustarme se sento lentamente a mi lado. Luego me miró y dijo:
- Ante todo perdona por asustarte el otro día al lado del árbol. Supongo que fueron mis instintos y la verdad, me moría de ganas por ver la cara que ponías. - rió dibertido - y bueno, lo de tu queridísima amiga... podría decir que hizo un argumento que me... molestó mucho. - hizo una mueca - De todos modos me esforcé por no matarla ya que no creo que te sentara muy bien. - sonrió.
Bajé la cabeza. Ese comentario me sentó mal... pero me sobrepuse y volbí a mirarle.
- Se puede decir que me has torturado. Me pediste que estubiera con ella y me alejase de ti. No se como he podido aguantar tanto... has sido muy cruel. Otra razón más para que me vengase en ese momento. Solo fue una pequeña broam comparado con lo que he tenido que sorportar yo. - intentó poner mala cara.
- ¿Eres... un vampiro? - fui al grano.
- Si. Creí que ya habría quedado bastante claro. - sonrió.
- Solo quería confirmarlo... Si lo hubiera savido antes no te abría pedido que te fueras con ella. Yo no quería que le hicieras daño... - Me acurruqué y me llevé las manos a la cabeza mientras alguna que otra algrima hacía su aparición.
- Lo siento... no pude evitarlo por más tiempo. De todos modos solo fue un mordisco pequeñito. Su sangre es veneno para mi. - ahora puso cara de asco. - no sufrió nada, es más, no se acordará de lo que a pasado. - me acarició el pelo con delicadeza, intentando tranquilizarme.
- Porque no me mordiste a mi. - pregunté.
- Creeme que me encantaría, pero dudo que eso sea lo que quieres. - dijo serio.
Se abalanzó despasio contra mi. Apartó el pelo de mi cuello y lo acarició con su gélida mano. Me entró un escalofrio al roce con su piel.
Le miré intrigada. ¿Estaba pensando en morderme?
- Solo degusto visualmente el presiado elixir que corre por tus venas.
- ¿Te retienes... porque yo no quiero que lo hagas? - pregunté extrañada.
- Jamás te haría daño. Eres demasiado importante para mi. - dijo mientras se acercaba más y más a mi. Aspiraba mi aroma y me miraba con ojos tiernos.
- ¿Preciada para ti? ¿Porqué? - pregunté dubitativa.
- Bueno... es la llamada de la sangre. Todos nacemos con nuestra pareja de vida elejida. Los vampiros podemos encontrarla por la llamada de sangre. Se puede decir que tu sangre me trajo hasta ti. Es como si te conociera de toda la vida. Siento un ansia enorme de estar contigo... y de beber tu sangre... es... tan difísil de frenar...
Era increible. Desde el momento en que asimilé que era el el que estaba en mi cuarto y me había despertado... no sentí miedo alguno. Inclusco podía decir que me sentía en paz.
Este vampiro había mordido a mi ... exmejor amiga. Me estaba diciendo cuanto anela poder saborear mi sangre... y yo no estaba para nada asustada.
Aun sentía algo de rabia por lo que le había echo a mi amiga... y eso no lo podía evitar.
Intenté levantarme y apartarlo de encima. El me dejó hacerlo sin oponerse.
- Aun no me has perdonado lo de Erika eh... - dijo bajando la mirada al suelo.
Puso una cara tan triste que por un momento tenía unas ganas enormes de abrazarlo para consolarle. Pero eso no quitaba lo que había echo.
En ese momento caí en la cuenta de lo que me acababa de decir ase escasos momentos.
- ¿¡Pareja de vida!? ¡¿Me estás diciendo que yo soy la elejida para estar la eternidad a tu lado?! - casi grité. No me lo podía creer.
Soltó una carcajada ante mis patéticos reflejos. Asintió con una sonrisa feliz.
- Y si... ¿y si yo no quisiera?
Su sonrisa había perdido toda señal de alegría. Se esforzó por mantenerla a duras penas.
- Bueno, en ese caso me iría a vivir la eternidad solo... el tiempo que aguantara dicha soledad... hasta que llegara el día que me amargara y me quitara la vida. No estás obligada a nada. Yo no te obligaria a nada. Desaparecería de tu vida como si todo esto no hubiera ocurrido.
Me quedé pensando en ello. Todo esto venía muy de golpe como para pensar con coerencia.
Entonces alguien llamó a mi puerta. Miré en un autoreflejo y cuando mi cerebro capto que podían entrar y ver allí a Víctor miré hacia donde estaba él. Pero ya no estaba. Las cortinas se movian como si acabara de salir por la ventana.
Me lebanté y abrí la puerta.
Mi madre venía a decirme que papá y ella se ivan unos días al carive. Les deseé buen viaje y me dió una carta. Bien... tendría que ir a enviarla.
Una vez me despedí volbí a mi cama y dormí un rato más.
Por dios... tantas emosiones tan temprano...

CAPITULO 14

Me despierto más bien tarde.
Ya casi era la hora de almorzar.
Y como era lógico, me preguntaba si lo de antes había sido un sueño.
Un vampiro...
Yo no podía ser su pareja de vida...
-¡Ahhh!- exclamé istérica.
Todo se amontonaba en mi cabeza y no pensaba con claridad.
Me hice un café para aclararme las ideas.
Una vez algo más calmada cojí mi diario y me puse a escribir todo lo que me había pasado hasta ahora.
Bien, ya tenía todo en orden. Como alguien leyera mi diario... me meterian en un loquero... que bien... vacaciones.
Cogí una de las hojas en blanco y anoté:
INCONVENIENTES: he perdido a mi mejor amiga (aunque en parte fuera culpa de ella ya que yo hice todo lo posible por quitarmelo de encima y ella no me quiso escuchar), a mordido a Erika, es un vampiro y por lo general peligroso... y además aun no le conosco lo suficiente como para entregarme a él por toda la eternidad...
Nada, esto no tenía ni pies ni cabeza. Me llevé las manos a la cara.
Si le digo que no... él se iría (supuestamente) y podría elejir a otra chica.
Erika no tendría que vernos juntos.
Y yo... en fin ya estaba sola... que más da seguir así.
Subí a mi cuarto y me bestí.
Me puse los patines y me fui a dar una vuelta por la ciudad.
Hoy es Sábado y no hay casi nadie. Todos aprobechan para ir a la ciudad de al lado.
Podía decir que tenía la ciudad para mi sola.
Que tranquilidad. Iba tan rápido que incluso notaba el fresco viento en mi cara.
Pero entonces pasaron tres chicos con sus bicis y uno de ellos me pegó una patada para tirarme.
Y lo consiguió. Una vez visto que habían cumplido su objetivo se fueron riendose.
- Au... - me quejé. Mi mano había caido sobre un cristal. Que suerte.
Una mano pálida se ofreció a ayudarme.
Victor. Por suspuesto.
Acepté la ayuda y me levanté del suelo.
- ¿Me permites?- volbió a tender la mano.
Dudé pero finalmente le ofrecí la mano cortada.
Aun tenía el cristal clavado y, dios, dolía mucho francamente.
- Vale, no es muy profundo. Ven . - dijo mientras cojía mi mano sana y me arrastraba hasta lo que parecía su coche.
- No es buena idea. - dije cuando me abrió la puerta. No podía ir con el como si nada y luego decirle lo que le tenía que decir...
- Ya luego hablaremos. Lo primero es curarte. - dijo como si me hubiera leído la mente.
Me monté en su coche y él se estiró para abrir la guantera. Saco un paquete pequeño en el que había un trapo. Lo rompió y lió la mano con el, con cuidado de no clavarme más el cristal.
En apenas cinco minutos paró el coche. Eran unos apartamentos. No eran precisamente nuevos pero no estaban apunto de caerse.
Entramos en su correspondiente habitación. Era pequeña y de tonos oscuros.
Apenas había claridad ya que solo había una ventana y esta daba a un pequeño patio que conectaba con las demas habitaciones y en el que un gran árbol tapaba toda la posible luz que pudiera entrar.
Me senté en la cama tal y como me señaló y el se fue al baño, supongo que a cojer bendas y demás cosas.
- Vas a tener suerte de que hubiera un botiquín en el baño. - me dijo.
Se sentó a mi lado y me quitó la venda. Cojió unas pequeñas pinzas que había traido y con mucho cuidado retiró el cristal.
- ¡Au! - me quejé.
Entonces empezó a salir sangre y me entró el pánico. Recordé que la persona que me estaba curando y tenía justo al lado era un vampiro y para cormo mi sangre le atraía más que las demás.
Pero el se quedó quieto durante unos segundos y luego me echó una mirada para comprobar mi estado.
Al ver sus ojos me calmé. No se por qué ya que la situación no cambiaba ni lo que él era tampoco. Pero me calmé. Le miré... intrigada.
Cojío con delicadeza mi mano y la acercó a su rostro. Cerró los ojos y olfateó la herida como buen catador que huele el vino antes de beberlo.
Entonces abrió los ojos y me volbió a mirar para comprobar que aun estaba calmada.
Yo solo sentía dos cosas. Por una parte dolor ya que la herida aun estaba abierta. Y por otra parte... solo sentía intriga por saber que haría él.
Una vez se hubo sersiorado de que seguía tranquila bajo la mirada de nuevo hacia mi mano y muy despacio se la llevó a la boca y lamió la herida con su lengua. Sus ojos se volbieron rojos.
Se quedó quieto durante un instante y finalmente se retiró.
- Cuesta más alejarse una vez la has probado...je... - admitió secamente.
Me echo unos cuantos productos que hicieron que me ardiera un poco más la herida pero luego ya no me dolió más.
Me vendó con cuidado y soltó mi mano.
Miró al otro lado de la habitación, como evitando encontrarse con mi mirada.
- Victor... yo... - no sabía como empezar.
Él se quedó callado y continuó mirando para otro lado.
- No puedo ser tu pareja de vida... lo siento. - me levanté y me fui a la puerta.
- Adiós, pues... - dijo avatido.
Salí de allí. Me sentí fatal. Me dolía mucho el pecho y tenía unas ganas trementas de llorar.
Lo más probable es que no le volbiera a ver nunca más...
¿Lo soportaría?
Volbí a mi casa, me quité los patines y me acosté en la cama.
Acaricié mi mano herida ... y una lagrima calló.

CAPITULO 15

Domingo.
Un día más encerrada en casa.
Me levanté, me duché y fui a la cocina. Abrí el frigo y a pesar de haber una gran selección de comida basura, no tenía ganas de nada, así que lo cerré.
Me senté en el sofá y cojí el mando.
No echaban nada interesante en la tele.
Apagué y me fui a mi cuarto.
Dios soy tan estúpida. Aparece un chico que apenas conosco... y solo pienso en él.
Me di un cabezaso contra el armario por ello.
-Voy a dar un paseo entonces... - me digo en voz alta. Abro el armario y no se que ponerme.
Me decido por mi sudadera negra con toques fuscias. Me encanta, es mi favorita. Y la acompaño con unos baqueros negros y mis zapatillas a juego.
Me aliso un poco el pelo (mi pelo es negro y me llega por la cintura) y lo dejo suelto.
No me molesto en llevarme las llaves, si tengo que entrar cojeré la llave que está en la maceta de la entrada.
Salgo de mi casa y camino sin rumbo.
Para mi sorpresa encuentro que el mp4 estaba en el bolsillo de la sudadera. Lo cuelgo en mi cuello y sigo andando sin encenderlo aun.
Me llevé como tres horas andando. Entonces encontre una especia de heladeria y bueno... pues me compré un helado.
Seguí caminando y entonces me encontré con un lago. Me sente en la orilla y me terminé allí el helado.
Se estaba tan bien que me acosté allí y me puse a mirar el cielo. Me quedé dormida.
Cuando desperté ya era de noche. ¿Cómo podía dormir tanto? Y a pesar de todo este tiempo de sueño... aun estoy muy cansada.
En el agua del lago se reflejaba la enorme luna llena. Que hermosa es la noche. Me fascina.
Estube un rato más contemplando el oscuro paisaje y volbí a mi casa como pude ya que todo estaba tan oscuro q no pude evitar tropezar un par de veces.
Aun seguía sin olvidar nada. Esto me estaba volbiendo loca.
Miré mi mano. La venda se había ensuciado cuando me tropecé ase un rato con la raíz de un árbol.
Llegué porfin a mi casa. Abrí la puerta con la llave que antes os mensioné.
Busqué vendas limpias en el botiquín de mi baño. Me quité con cuidado la que tenía puesta y ya de camino me eche unos cuantos potingues más para desinfectarla.
- Como nuevo - me dije.
Cojí un par de picos y me tomé, a duras penas, un vaso de leche. Seguía sin tener hambre.
Me acosté temprano.
Sí, aun tenía mucho sueño. Esto no era posible, yo normalmente no duermo tanto...
Al día siguiente me desperté algo tarde así que no tube apenas tiempo de vestirme. Maldito despertador, ¡me tiene manía!
Llegué por los pelos y me senté veloz en mi pupitre.
No pude evitar mirar al sitio contiguo.
Vacio.
Comenzaron las clases... y no entró nadie más.
Nada, en todo el día no hubo señales de él.
Volbí a mi casa abatida.
- Que estúpida soy. Solo pienso en él. Me entristesco si no le veo... pero.. ¡es un vampiro! - dije mientras me llevaba las manos a la cabeza. - Ya volberá, no creo que esté mucho tiempo así...¿no?
Pero no volbió.
Pasaron tres semanas... y nadie supo más de él.
A la cuarta semana el tutor nos comunicó que Victor se había tenido que ir por motivos familiares y que... no volbería.
Entonces... lo que dijo aquel día era verdad... desaparecería de mi vida...
Me eché a llorar a pesar de que había sido desición mía. Qué estúpida...
No le volbería a ver... nunca más...

CAPITULO 16

Esa noche hacía mucho frío.
Tenía la ventana cerrada pero aun así estaba congelada.
Recuerdo que tube un sueño muy extraño.
Imágenes sin coerencia aparecían en mi mente unidas como si fuera una película.
En una vi a Erika frente a mi junto con su prima.
En otra pude ver el comedor.
También salía mi madre en el salón en una de ellas. Se agachaba a coger unas llaves.
No le encontraba sentido a las imágenes, estaban desordenadas.
Me vi jadeando apollada en un árbol mientras miraba aterrorizada hacia atrás.
No comprendía nada.
Entonces vi un parque. Estaba segura de haber visto antes ese parque pero, ¿en donde?
La imagen se centraba en una especie de iglú.
Me sobresaltó el ruido del despertador. Contemplé sorprendida como me había despertado a la hora adecuada por una vez. Ya era hora, pensé.
Me erguí en la cama y pasé las manos por mi cara.
¿Donde había visto antes ese parque? No podía recordarlo y eso era muy ... frustante.
Víctor...
¡¿Qué?! ¿A que viene ahora ese pensamiento? O vamos Alexia deja ya ese tema por favor...
Me di una ducha con cuidado de no mojar la venda de mi mano.
El negro volvió a ser el color prioritario en mi vestuario.
Bajé las escaleras y casi me desayuno el suelo cuando perdí el control de mi pierna y di gracias de haberme sujetado a la barandilla. No tenía fuerzas ni para bajar las escaleras, era deprimente.
Para mi sorpresa mi madre estaba en la cocina apurando su café y se levantó nada más verme.
- Buenos días.- saludó mientras cambiaba de habitación.- Llego tarde, martito despertador...
Valla. Era reconfortante que no fuera la única a la que el despertador le hacía una jugarreta.
- Soy un desastre, ¿donde están mis llaves?- preguntó mientras retiraba trastos de la mesa. Algo cayó al suelo y ella se agachó para cogerlo.
- Ah, aquí están.
Un momento. Esta escena me suena.
Era una de las imágenes que había soñado. ¿Un sueño premonitorio? No puede ser el parque ni siquiera lo conosco.
Cogí un zumo y me coloqué la mochila al hombro.
- Adiós. Cuídate. - se despidió mi madre.
A penas dijo eso ya había salido de casa.
- Adiós... - dije en la soledad que embargó la casa.
Mientras bebía aquel zumo fui andando despacio hasta el instituto.
Busco medicina para olvidar lo doloroso, resité en mi mente.
Llegué a mi clase y me senté, por fin, en mi asiento.
No pude evitar darme cuenta de que unos chicos de mi misma clase me estaban mirando desde la otra punta de esta.
Al rato se acercaron y yo bajé la vista asia mi cuaderno.
- Ey fea. - me llamó uno de ellos.
No hice muestra de haberle escuchado.
- ¿Te a comido la lengua el murciélago? - preguntó sarcástico. Sus amigos partieron a reír. - Te estoy hablando a ti niñata - Me gritó cogiéndome del brazo. Le pegué un empujón para que me soltara.
- No me toques. - Le eché una mirada feroz. No estaba de humor para pelearme con canis.
- Ey gatita no saques las uñas tan pronto.
- Déjame en paz.
- Ja, ja,ja ... parece que tu protector guaperas se a cansado de ti ¿no?
- Más o menos como tu madre de ti.
Los amigos se rieron y el anfitrión me miró con malicia.
- Me han dicho que tu madre se pasa el día trabajando, es una estupenda prostituta ¿eh?
- Por favor, no la compares con la tuya.
- Apenas la vez. - puntualizó.
- Al menos me habla no se si se puede decir lo mismo de la tuya... - señalé con asentó burlón.
Sonó el timbre y los espectadores que aun estaban riéndose comenzaron a sentarse.
- Vámonos ya tío - le dijo a aquel chico uno de sus acompañantes.
Este me echo una última mirada y finalmente se sentó.
Pase las horas pensando y pensando...
Por favor, que este dolor se valla ya.
Una vez terminada la primera ronda de clases me pasé por el comedor. No tenía hambre y me limité a coger una limonada con hierbabuena.
Me senté y entonces sentí de nuevo un deja vi. Visualicé la misma imagen del comedor que en mi sueño. Cada uno sentados en su sitio y en la misma posición.
No entendía nada.

CAPITULO 17

Continuaba sin ganas de comer... solo tomé un refresco para aclararme la garganta.
Mientras me levantaba y daba un paseo por los pasillos intentaba asociar las imágenes de mi sueño con lo que había vivido en el día de hoy.
Me llevé la mano a la cabeza y solté un suspiro.
No tenía sentido que hubiera soñado con lo que pasaría... al día siguiente.
Anduve hasta la taquilla y saqué unos libros cuyas asignaturas tendría en las horas siguientes.
Cuando cerré la taquilla…ella estaba ahí.
Erika, junto con su prima, estaba justo a mi lado y ambas sonrieron mientras me miraban.
Aguardé a que me dijeran lo que tuvieran que decirme pero estas se limitaron a mirarme fijamente. Atisbé un punto de malicia en los ojos de Erika la cual se decidió a decirme:
- Cuanto tiempo, querida. – Ambas sonrieron.
- Sí, mucho, Erika. – contesté girándome para irme. No podía aguantar ver en lo que se había convertido. Esas chicas la habían convertido en una de ellas…
Mi pobre Erika…
En ese momento Erika me agarró el brazo y me obligó a girarme. Esa imagen de Erika justo delante de mía era idéntica a la de mi sueño. Exactamente iguales.
Esto me aturdió y apenas pude escuchar como Erika me exigía:
- ¿Dónde está Víctor? Seguro que tú has tenido algo que ver. Dime donde está, ¡ahora!
Estaba muy mareada y apenas me controle en pie. Caí sobre mis rodillas y me esforcé por centrar mi vista. Veía todo turbio, estaba demasiado mareada. Me apoyé con las manos en el suelo. Este estaba frío, una sensación que me relajaba en parte.
- ¿Qué le pasa al monstruito? – preguntó la prima de Erika sin tan siquiera un pequeño tono de preocupación.
- Yo que sé. Vámonos antes de que vomite. - contestó Erika. – Total, parece que ella tampoco sabe nada.
Aunque no pude verla, presentía en su tono que estaba asqueada. Era fácil imaginar la cara que tendría puesta.
Ambas giraron y continuaron andando por el pasillo.
Yo me quedé allí, moribunda, sin apenas fuerzas para levantarme. Apoyé mi mejilla contra el frío suelo para que me calmara un poco. Luego intenté levantarme y llegué hasta mi clase apoyándome en las taquillas y paredes que había en el camino. Me senté en mi pupitre y esperé a que comenzara la clase. Para cuando esta empezó ya me encontraba un poco mejor así que no vi necesario irme de allí. Abría sido un mareo de la impresión.
Una vez terminada las clases me levanté y recogí mis cosas. Los alumnos comenzaron a salir de la clase. Presentí como alguien me miraba y eche un vistazo. Erika estaba hablando con los chicos que antes habían venido a molestarme. Intenté no prestar atención a lo que decían pero no pude evitar oír el final:
- Hazlo – dijo Erika.
- Encantado – contestó el chico con una sonrisa de oreja a oreja.
Salí de la clase y me fui a casa. Estaba cansada y me puse a dormir en cuanto llegué.
El ruido de un camión al pasar por la carretera cerca de mi casa me despertó. Me di una ducha y me asomé a la ventana pensando que podía hacer aquella tarde.
No se me ocurría nada y me giré para salir de mi cuarto y ver la tele en el salón cuando vi el pequeño sobre que había en mi mesita de noche.
Entonces fue cuando recordé que tenía que echar el sobre al buzón, menuda cabeza.
Me puse un chándal negro y salí de casa con el sobre en la mano.
Al salir cerré la puerta con llave. Un ruido de pasos entre unos arbustos me hizo girar. No había nadie allí. Dios mío… ya estaba paranoica.
Comencé a caminar en dirección del buzón más cercano.
Noté un par de veces como alguien me miraba pero cuando me giraba no había nadie.
Pensé en la remota posibilidad de que fuera Víctor y esto me produjo un inmenso cosquilleo en la barriga.
Continué caminando y por fin llegué al buzón. Metí el sobre y luego continué caminando.
Volví a notar la misma sensación y al girarme vi que a unos cinco metros de mi estaba la pandilla de chicos de mi clase. Eran cuatro y hablaban animadamente entre ellos.
Continué mi camino a ritmo más rápido. Quería perderlos de vista.
Crucé la callé y me metí por pequeño callejón que daba a otra calle más amplia. Seguí rauda y al cabo de unos minutos me giré. Ellos seguían a esos escasos 5 metros y ya no sonreían. Me miraban fijamente y mi cerebro reaccionó. Empecé a correr con todas mis fuerzas sin apenas fijarme por donde iba. Cogía el primer camino que veía sin importar a donde llevara. Podía oír las grandes zancadas de mis seguidores tras de mí.
Mi corazón iba a mil por hora y sentía como iba a salir del pecho de un momento a otro. Estaba muy asustada.
Estaba muy débil y apenas podía correr. Me volvió a embargar el mareo que sentí aquella mañana y tuve que apoyarme en un árbol que había junto a mí.
Los chicos estaban muy cerca y continué como pude pero me habían alcanzado.
- Hola, fea– me dijo mi captor sonriendo maliciosamente.
- ¡Suéltame! – le grité con un ridículo hilito de voz.
Intenté forcejear con el pero estaba muy débil.
- No, no pienso soltarte tan pronto, princesita. – respondió mientras se sacaba una navaja del bolsillo trasero de sus vaqueros.
- ¡No!- grité inútilmente mientras me rajaba la sudadera y la camisa. Tenía lágrimas en los ojos que delataban mi miedo. Pero, en una situación así, ¿quién no tendría miedo? Sus amigos contemplaban la escena divertidos y jartándose de reír.
Saqué fuerzas de mi propio miedo y le di una patada en la entrepierna. A este se le calló la navaja mientras ponía las manos en sus doloridos miembros. Yo aproveché el momento para huir. Pero fueron unos escasos segundos y me perseguían de nuevo a apenas dos metros.
- ¡Cogedla! ¡Que no escape! – gritó.
Entonces fue cuando al girar a mi izquierda, vi aquel parque.
Ese parque con el que había soñado, en el que nunca había estado y que yo tenía dibujado en mi libreta.
No tuve tiempo de pensar y entré en el.
Pero una vez dentro el mismo chico de antes me cogió y me tiró al suelo.
- ¡Te vas a enterar! – exclamó agitando el brazo para propinarme un puñetazo. Cerré los ojos.
Y escuche un golpe. Pero no sentí nada. Abrí los ojos y contemplé atónita la escena que se observaba frente mis ojos.
- Víctor.- susurré perpleja.
Si, Víctor había parado el golpe con su mano y le echaba una mirada envenenada a los allí presentes. Continué allí tirada con mi ropa superior colgando dejando ver mi pecho.
Pude reaccionar a duras penas y miré a mí alrededor. Allí estaba la especie de iglú de mi imagen. Escuché otro golpe y cuando volví a mirarlos mi acosador estaba en el suelo con la nariz rota y lleno de sangre de la hemorragia.
Los demás chicos se abalanzaron sobre Víctor que tenía los ojos rojos como otras tantas veces y en un rápido movimiento que mi cerebro no pudo captar… todos estaban en el suelo.
Me arrastré asustada aun hasta dentro del iglú. Al cabo de unos segundos Víctor también entró y se sentó frente a mí.
Le miré atónita y bajeé la mirada por el cosquilleo en el estomago… cuando me di cuenta que mis pechos estaban al descubierto. Me tapé rápidamente avergonzada y Víctor sonrió.
Entonces… cogió mis manos las cuales tapaban mis pechos y las apartó a la misma vez que se abalanzaba sobre mí y ponía mis manos a cada lado de mi cabeza. Me besó, apasionadamente como si se le fuera la vida en ello. El mareo pudo conmigo y me desvanecí.
CAPITULO 18

Me desperté en una ha habitación. Estaba tumbada en una cama y me detuve a ver el sitio en el que me encontraba. L as paredes eran blancas y los muebles tenían tonalidades blancas. Por la ventana entraban lo que parecían los primeros rayos de sol de la mañana. Junto a mi cama había una mesita de noche en la que había un jarrón cutre con flores baratas pero a su vez, bonitas. ¿Un hospital? Me pregunté.
Intenté levantarme y algo en mi brazo me lo impidió. Tenía puesto un gotero. Definitivamente esto era un hospital.
Odiaba las agujas y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Como pude, controlé mi miedo y respiré hondo. No hay nada en mi brazo, me mentí. Continué examinando la habitación y una oleada de sentimientos me embargaron cuando vi a Víctor a mi lado. Estaba sentado en un sillón que había junto a mí y estaba durmiendo. Pero que monada, pensé.
Intenté alargar mi brazo para cogerle la mano, pero no me acordaba del odioso gotero y solté un pequeño grito ahogado cuando noté como la aguja de movía dentro de este.
Víctor abrió los ojos poco a poco y me miró. Me quedé parada mirándole fijamente hasta que este me sonrió y aparté la mirada tremendamente avergonzada.
- Buenos días, bella durmiente – me saludo riéndose - ¿Qué tal estás?- Preguntó con algo de preocupación en su voz.
- Bien… - dije con un hilillo de voz.
- ¿Quieres que te quiten ya el gotero? – preguntó y yo le eché una mirada tremendamente agradecida.
- Si, por favor – supliqué.
Víctor salió de la habitación sonriéndome como siempre hacía. Al cabo de unos minutos entraron un doctor y una enfermera junto con él.
- Buenos días, ¿cómo se encuentra? – preguntó el doctor mientras la enfermera me quitaba el gotero.
Aparté la vista para no marearme al ver la aguja y cerré los ojos con fuerza con la esperanza de no sentir nada.
Una vez hubo terminado mi patética actuación y mi brazo estuvo a salvo volví a mirar al doctor.
- Estoy bien, gracias – respondí a su anterior pregunta.
- Perfecto. Veamos. Ha sufrido usted un desmayo producido por la anemia. Este señor la trajo entrada la noche y tuvimos que inyectarle sangre. ¿Come usted normalmente? es decir, ¿se salta alguna comida?
- Bueno… no he comido mucho últimamente – confesé – Casi nunca tengo hambre…
- Señorita aunque no se tenga hambre no puede saltarse numerosas comidas. Su cuerpo necesita los alimentos para coger nutrientes que la mantengan con fuerzas y poder crear la sangre que reparte estos nutrientes por todo su organismo. No debe tomarse estas cosas a guasa. Cuando llegó aquí su estado era crítico. Si no la hubiéramos atendido no lo habría podido contar – Me miró serio y Víctor también.
- Lo siento… - reflexioné – comeré aunque no tenga hambre… - le prometí.
- Eso espero – rezó, mientras escribía algo en su cuadernillo – Y para asegurarnos de que esto se cumpla la tendremos hospitalizada aquí unos días. ¿Puede facilitarnos el número de teléfono de sus padres?
- Oh, no… están de vacaciones y no me gustaría estropeárselas por mi culpa – le pedí.
- Lo siento pero son las normas…
- Perdone, - intervino Víctor – Soy su novio y estoy a cargo de ella. ¿Le importaría que yo informara a sus padres? También me ofrezco a pagar la hospitalización si es lo que os preocupa.
- Está bien – meditó el doctor.
Todos salieron de la habitación y yo me quedé sola. Contemplé los rayos del sol que ya casi me cegaban.
Al poco tiempo, Víctor entró y se sentó en el sillón junto a mi.
- Te lo devolveré – le juré.
- No me debes nada – contestó ofendido – tengo mucho dinero, no voy a echarlo en falta – sonrió.
Nos quedamos en silencio contemplándonos el uno al otro.
- Gracias por lo de anoche… - le dije con tremenda sinceridad. Entonces recordé más a fondo lo sucedido y el asunto de mi ropa rajada… ¡Mi ropa rajada!, me dije asustada. Baje la vista para ver el estado en el que me encontraba. Tenía puesta la típica bata de hospital.
- Anoche… que pasó cuando… - pregunté asustada. La chica indefensa semidesnuda y desmayada en manos de un chico y en la lejanía de cualquier posible ayuda… Pero Víctor no creo que… aunque esto no quita que es un hombre y es su naturaleza… pero…
- Fue increíble – dijo mientras me sonreía y abría los ojos de par en par como recalcando lo esplendido que fue. Mis peores temores se habían confirmado…
- Pero…- Seguía sin poder creérmelo.
Víctor me miró seriamente y yo me ruboricé al pensarlo en ello…
Entonces se levantó y se acercó a mí teniendo su esplendido rostro a escasos centímetros del mío. Me miró fijamente a los ojos y la poca sangre que tuviera, acudió a mis mejillas poniéndolas al rojo vivo.
- Deberías estar gritándome y diciéndome de todas las cosas que se te ocurrieran menos bonito, y sin embargo te sonrojas y callas – advirtió sorprendido.
Yo no sabía que decir y solo conseguí tartamudear un:
- Yo… capullo.
Entonces Víctor sonrió y terminó con la distancia que nos separaba dándome un cálido beso que poco a poco fue convirtiéndose en un beso fugaz y lleno de ansiedad que me recordó al de la noche pasada antes de que me desmayara.
- Eso ya suena más normal. – su sonrisa picara me hipnotizó – cuando quieras repetimos. – añadió sin perder la sonrisa y acariciando mi rostro con dulzura.
- ¡No! – grité mientras le daba un manotazo.
Por fin reaccionaba con lógica y me disgustó muchísimo lo ocurrido. ¿Cómo podía haberse atrevido a hacerme… eso… cuando yo tan siquiera estaba cociente? Era asqueroso y despreciable. Me quedé mirándole incrédula y con cierto asco…
… Pero el simplemente partió a reír. Lo hacía con ganas y eso me aturdió totalmente. Hice un mohín de disgusto.
- Que ingenua eres Alexia. – dijo entre risas- ¿De verdad creías que te habría tocado así como así? Y sobre todo estando inconsciente. Creí que me conocerías un poco mejor… Yo jamás te haría daño.
- ¿Me has… mentido?- conseguí preguntar.
- Era una simple broma… - dijo. Eso fue bastante para que me enfadara totalmente con él.
Cogí mi almohada y le sacudí con ella. O eso creía…
Cuando di el golpe él no estaba ahí. Busqué por la habitación y lo encontré en al otro lado de esta. Riéndose, por supuesto.
- Que lenta eres. Y que pocos reflejos, ¿no crees?
- Déjame en paz. – Terminé la conversación y me acosté en la cama tapándome con la enorme corcha.
Le di la espalda con la intención de que comprendiera que quería que se fuera. Pero esté no dio por terminada la charla y se sentó a mi lado otra vez.
- Solo quería entretenerte… podías haber sacado… el otro tema…
- ¿Otro tema?
- Bueno, los otros temas… Podrías haber sacado el hecho de que unos compañeros de clase te hubieran intentado violar…
- Ah…- dije sin aliento.
No había pensado en eso aun y entonces reavivé esas imágenes en mi cabeza que me hicieron estremecerme y llevarme las manos a la cabeza.
- … o el hecho de que hubiera vuelto, en el momento preciso al fin y al cabo, cuando dije que no volvería…
- ¿Por qué volviste? – pregunté entonces acordándome de todo con más claridad.
- Bueno… quería volver a verte. Quería ver si estabas bien… y aunque me prometí que no me verías… no tuve otra opción en esos momentos.
Le miré fijamente mientras analizaba toda esa información. Esté se levantó entonces.
- Bueno, ya estás bien a salvo, la policía se ha llevado a esos tres así que no creo que vuelvan a molestarte… Cuídate. – se despidió.
Dio media vuelta para irse…
… pero algo lo detuvo.
Mi mano le agarró fuertemente la camisa. Había salido de la corcha y ahora todas mis fuerzas se centraban en que no se fuera. Él miró incrédulo como me aferraba a él.
- No… te vayas. – sollocé. Contuve las lágrimas y esperé con todas mis ganas una respuesta.
- …¿Por qué no? – preguntó.
- Yo… esto… - no sabía que responder. Ni yo misma sabía que estaba haciendo.
Se giró de nuevo y me abrazó fuertemente. Como si me hubiera estado anhelando durante mucho tiempo y por fin me tuviera en sus brazos.
- Por ahora me sirve con eso. – fue todo lo que dijo.
Nos quedamos así, abrazados…

CAPITULO 19

Después de eso tuve que ceder en lo de descansar. Mi cuerpo estaba exhausto a pesar de haber estado mucho tiempo durmiendo.
Víctor se quedó conmigo todo el tiempo. Me hizo compañía y yo se lo agradecí mucho. Gracias a él mis padres no se enteraron de nada. Parece que un par de billetes de más pudieron callar al buen doctor. Es patético como el dinero puede arreglarlo casi todo. En fin, poderoso caballero es don dinero…
Me volví a despertar y me erguí un poco para estirarme. Al mirar a mi lado contemple una butaca marrón, la misma que antes, pero con un pequeño detalle, estaba vacía.
Víctor no estaba en la habitación. Al fin y al cabo el tendría cosas más importantes que hacer que cuidarme a mí, ¿no?
Me levanté despacio con miedo a caerme, pero al parecer podía mantenerme en pie. Ande con cuidado y apoyándome en todo lo que veía camino a la ventana cuando por fin llegué, a duras penas, eché la cortina y bajé un poco la persiana. No me gusta la luz del sol, es incómoda y desagradable.
Aun estaba en pie de cara a la ventana cuando la puerta se abrió a mis espaldas y me giré para ver quién era.
Víctor entró con una bandeja en las manos. Tenía pinta de desayuno. Ojeé rápidamente los platos y luego subí la vista hasta su rostro. Me miraba serio y preocupado.
- Pero, ¿qué haces levantada? – preguntó dejando la bandeja sobre un escritorio que había enfrente de la cama y luego viniendo a mi lado para sujetarme.
- Estaba echando la cortina… la luz me molesta – confesé.
Me miró con gesto de sorpresa arqueando las cejas.
- Bueno, ya has cumplido tu objetivo. Ahora ya está volviendo a su cama señorita.
Me sujetó con cuidado y me ayudo a volver a la cama. Cualquiera diría que lo que tenía era una simple anemia. Parecía como si estuviera gravemente enferma y solo había estado un tiempo sin comer… vale también era grave pero no era para exagerar tanto… ¿no?
- Te he traído tu desayuno. No creí que te despertaras tan pronto. – depositó la bandeja sobre mis piernas para que pudiera desayunar.
- Uff… - exclamé- que de cosas. – añadí contemplando detenidamente los platos.
En aquella bandeja había dos huevos fritos, un vaso de leche, churros, dos tostadas y un zumo de naranja. Claramente había demasiadas cosas comparado con el pequeño tazón de cereales que acostumbraba a comer.
- Pues es un menú explícito para ti, chica anémica, así que te lo vas a comer todo como prometiste.
- Está bien, lo intentaré. – dije mientras pensaba por dónde empezar.
Empecé a desayunar. No tenía apenas hambre pero que se le iba a hacer. Cuanto antes me recuperara antes saldría de allí.
Mientras pegaba pequeños bocados a aquella tostada no pude evitar mirar a Víctor. Lógicamente, no había mucho a lo que mirar allí.
Víctor me miraba fijamente contemplando cada uno de mis movimientos. Estaba apoyado completamente en el respaldo de aquella butaca. ¡Estaba tremendamente sexy!
Me fije detenidamente en la ropa que llevaba. Un jersey ajustado negro y vaqueros. Llevaba el pelo de punta y también le quedaba muy bien, aunque me gustaba mucho su estilo larguillo y liso.
Dios, ¡le estaba mirando descaradamente! Cada vez me estaba pareciendo más y más a esas chicas que se guían solo por un buen físico y un talonario con muchos ceros colgado del cuello.
- ¿Tú no desayunas? – pregunté intentando desviarme de mis pensamientos.
- Como no me desayune a una de esas enfermeras, no sé que podría desayunar aquí. Prefiero esperar a la noche y no dejarte sin una enfermera que pudieras necesitar después.
Me entró un escalofrío al imaginarme la escena. La pobre enfermera vagando por los pasillos buscando alguna de las habitaciones de sus pacientes y un vampiro asechándola entre las sombras. Sonreí. Pero eso me hizo preguntarme también…
- ¿Matas a tus presas?
- Bueno… - lo pillé desprevenido- normalmente no, pero eso también depende de que persona. Si mi víctima es una chica, la dejo con vida, incluso con sangre suficiente como para que siga su camino. Después de morderla le borro la mente y no se acordará de nada de lo que le ha pasado. Pero si mi víctima es un macarra o un ladrón, violador, etc. suelo... saciar bastante mi sed.
- Bueno, me alegra que no mates a las pobres chicas…- comenté.
Ya había conseguido terminarme casi todo el desayuno y le di la bandeja a Víctor el cual salió de la habitación para devolverla a su correspondiente lugar. Yo aproveché mientras para ir al baño. Conseguí llegar casi sin problemas ya que estaba bastante cerca. Cuando regresé a mi habitación Víctor ya estaba otra vez en su sitio.
- Quiero quitarme esta estúpida bata. – dije.
- ¿Por qué? Si estas muy sexy. – sonrió.
Volví a mirar la bata, definitivamente era feísima. Aunque estaba abierta por los lados y a no ser por un fino cordón que servía como cinturón, se me estaría viendo todo el cuerpo. Ya veía lo sexy que mencionó él. No pude evitar sonreír.
Entonces Víctor me atrajo hacia él con un rápido movimiento y me sentó en su regazo. Intenté levantarme pero él me lo impidió y estiró su mano para acariciarme el rostro. Era un tacto frío pero agradable y sus ojos eran penetrantes y brillaban cuando se cruzaban con los míos.
En ese momento entró el doctor y nos pilló de esa guisa. Me levanté rápidamente y por ello me mareé y casi perdí el equilibrio.
Víctor me sujeto y me ayudo a meterme en la cama.
- Siento interrumpir la escena romántica. Bien, ¿Qué tal a desayunado? - preguntó el doctor
- Me lo he comido todo con mucha dificultad y tengo un poco de nauseas. - contesté
- Eso es normal al principio, ya se irá acostumbrando. Bueno siga así. Volveré después del almuerzo. – se despidió saliendo de la habitación.
Víctor me miró y sonrió pícaramente.
Yo me sonrojé y le devolví la sonrisa.

CAPITULO 20

Ya han pasado tres días. Estoy bastante cansada de este hospital. ¡Necesito salir de aquí!
Víctor a estado conmigo en todo momento. Se ha preocupado mucho por mi estricta dieta y no me ha permitido dejar ni una migaja de pan.
Durante todo este tiempo sobre todo he estado durmiendo. Entre comida y siesta hablaba un poco con mi acompañante, pero solo hablábamos sobre mi familia y sobre mí.
Le conté que mis padres solían trabajar hasta muy tarde y a veces ni volvían a casa. Una vez estuve un mes entero sin verlos. Era como vivir sola.
Más de una vez intenté preguntarle por él, pero se limitaba a cambiar de tema y preguntarme cualquier cosa por mínima que fuera.
El doctor me hizo un par de visitas para comprobar mi estado anémico. Dijo que pronto podría salir de allí.
Por las noches Víctor salía para alimentarse en cuanto comprobaba que yo me había quedado dormida.
Mientras que yo… solo soñaba con lo ocurrido una y otra vez…
Aquella mañana el día se presentó nublado y con amenazas de lluvia.
Lo primero que vi al despertar fue el rostro plácido de Víctor. Tenía la cabeza apoyada en mi almohada y me miraba divertido.
- Buenos días. Puedo preguntarte, si no es indiscreción, ¿qué has soñado? – dijo sonriente.
- A pues… - fingí no acordarme. No iba a decirle que había vuelto a soñar…con él. – Estaba tumbada en mi cama y la luna bañaba con su luz toda mi habitación.
- ¿Y yo estaba allí contigo? No parabas de decir mi nombre.- dijo entre risas.
Me quedé rígida sin saber que decir o hacer hasta que finalmente giré la cabeza para mirar a otro lado y ocultar mi vergüenza.
Si, él estaba allí. Había entrado por la ventana junto con la luz de la luna y había venido hacia mí para besarme. Aun me negaba a aceptarlo.
¡No podía estar enamorada de él! Es un vampiro y ni si quiera ser porque se comporta así conmigo.
No me conoce… no puede juzgarme sin conocerme…
Y entonces mis pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta de la habitación se abrió y pude ver como el doctor hacía su aparición.
- Buenas noticias, señorita Cros. Le hemos concedido el alta. Ya puede salir de aquí. Tenga, cómprese estas pastillas en la farmacia. Tómese una después de cada comida. Tan solo es hierro que le ayudara a superar por completo la anemia. Siga estrictamente con sus comidas, ¿de acuerdo? No quiero volver a verla por aquí.- sonrió. – cuídese.
- Gracias.
¡Por fin soy libre! ¡Ya era hora! Tengo unas ganas tremendas de llegar a mi casa.
- Bueno, ¿te ayudo a vestirte? – sonrió burlón.
- Puedo sola, gracias. – respondí sonriendo.
Entonces el móvil de Víctor empezó a sonar y esté contesto con un rápido movimiento. Cuando colgó me miró un tanto triste.
- No voy a poder llevarte a casa… - se disculpó.- Tengo que hacer un par de cosas…
- No pasa nada. Has estado conmigo todos estos días, ¿te parece poco? Además tengo que hacer unas cuantas cositas por el camino – recordé.
- Está bien. Entonces me voy, nos vemos luego – se despidió justo antes de salir de la habitación.
Bien, ya volvía a estar sola. Cogí la ropa que Víctor se había molestado en traerme de mi casa y me vestí.
Recogí todo y bajé a recepción. Firme el alta y salí despacito pero con muchas ganas al exterior.
Atravesé la puerta principal y lo primero que noté fue como la humedad del ambiente rodeaba todo mi cuerpo. Era una sensación agradable. Me encanta cuando el tiempo está a punto de llover.
Comencé a caminar mientras registraba mi equipaje. Tenía un par de mudas limpias, una baraja de cartas con la que me entretuve bastante estos días, mi mp4 y un paraguas. ¿Un paraguas? Esto no era mío. Víctor estaba en todo desde luego. Continué caminando y me pasé por el supermercado a comprar un par de cosas. Salí del supermercado y me dirigí a casa. En el camino noté que alguien me miraba. Comencé a caminar más rápido y el pánico me inundaba. Escuché pisadas y risas tras de mí y con toda la fuerza que me quedaba en mi cuerpo me atreví a girar. Unos chavales pasaron por mi lado como si nada mientras hablaban animadamente entre ellos. Siguieron su camino.
Me dejé caer sobre mis rodillas y solté las bolsas de la compra. Estaba hiperventilando. Mil emociones pasaron por mi mente junto con las imágenes de aquella noche. Me llevé las manos a la cabeza. Inhalé todo el aire que pude y luego lo exhalé.
Estuve así un rato hasta que me calmé un poco.
- Perdona, ¿estás bien? – preguntó una mujer que se había acercado a mí preocupada.
Me levanté con cuidado y recogí las bolsas del suelo. Me sequé las lágrimas que asomaban por mis mejillas y me giré para plantarle una sonrisa a aquella señora.
- Estoy bien, gracias, solo he tenido una pequeña recaída… acabo de salir del hospital. Disculpe. – le dije.
Antes de que la mujer pudiera responder yo ya me había dado la vuelta y continué mi camino.
Al rato comenzó a llover y saqué el paraguas que Víctor me había dejado.
Por fin llegué a mi casa. Me agaché a coger la llave de debajo de la maceta. Abrí la puerta y dejé el paraguas en la entrada para que se secara. Me quité la chaqueta que estaba un poco mojada y la dejé colgada en el perchero.
Hice una pequeña ronda por toda mi casa para ver si habían llegado ya mis padres pero todo estaba tal y como lo dejé aquel día.
Subí a mi cuarto y me di una ducha caliente para quitarme la humedad de los huesos. Me sentó muy bien la sensación del agua caliente por todo mi cuerpo. Me relajé mucho y cuando salí me encontraba como nueva. Bajé a la cocina y me preparé uno de los menús que me había dicho el doctor.
Una vez terminé de cenar volví a mi cuarto y me tumbé en mi cama. A través de la ventana se podía ver la luz de la luna a través de millones de gotas de agua. Aun estaba lloviendo pero ahora con más intensidad que antes. Los árboles se movían furiosos de un lado a otro debido al fuerte viento que se había levantado.
La luna apenas alumbraba mi cuarto esta noche y todo estaba cubierto de sombras. Las ramas del árbol chirriaban al rozar el cristal de mi ventana. Me eché la manta encima y me tapé hasta la nariz.
Estaba asustada y no podía negarlo. Comenzó a escucharse truenos y el ruido me sobresaltó. Finalmente me levanté y abrí mi baúl de los recuerdos que estaba guardado en el armario. Dentro tenía cosas que me hacían sentir nostalgia. Encontré uno de los juguetes que mi madre me regalo de pequeña. Me pasaba horas jugando con ese juguete. Pero no era lo que estaba buscando. Trasteé por todo el baúl y finalmente lo encontré. Estaba allí, en el fondo, tal y como lo deje cuando lo vi por última vez.
Mi peluche, mi osito Peter. Que de recuerdos… Este peluche me lo regaló mi queridísima abuela un mes antes de que esta falleciera. Este hecho me hizo aferrarme tanto a él que lo llevaba a todas partes y nunca lo soltaba. Con el tiempo entré en razón y vi que ya era mayor para eso… así que lo encerré aquí junto con las demás cosas que no era capaz de tirar.
Echaba mucho de menos a mi querida abuela…
Rescaté a Peter de aquel apretujado lugar y volví a la cama con él. Volví a echarme la manta por encima y me aferré a él tal y como lo hacía de pequeña.
Dejé que mis problemas volasen por una noche y recordé aquella época en la que mi abuela vivía.
Así entre momentos felices… me dormí



Continuará...