Feed icon

jueves, 17 de septiembre de 2009

HiStoRia De AmoR - 19 -

Me desperté en una ha habitación. Estaba tumbada en una cama y me detuve a ver el sitio en el que me encontraba. L as paredes eran blancas y los muebles tenían tonalidades blancas. Por la ventana entraban lo que parecían los primeros rayos de sol de la mañana. Junto a mi cama había una mesita de noche en la que había un jarrón cutre con flores baratas pero a su vez, bonitas. ¿Un hospital? Me pregunté.
Intenté levantarme y algo en mi brazo me lo impidió. Tenía puesto un gotero. Definitivamente esto era un hospital.
Odiaba las agujas y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Como pude, controlé mi miedo y respiré hondo. No hay nada en mi brazo, me mentí. Continué examinando la habitación y una oleada de sentimientos me embargaron cuando vi a Víctor a mi lado. Estaba sentado en un sillón que había junto a mí y estaba durmiendo. Pero que monada, pensé.
Intenté alargar mi brazo para cogerle la mano, pero no me acordaba del odioso gotero y solté un pequeño grito ahogado cuando noté como la aguja de movía dentro de este.
Víctor abrió los ojos poco a poco y me miró. Me quedé parada mirándole fijamente hasta que este me sonrió y aparté la mirada tremendamente avergonzada.
- Buenos días, bella durmiente – me saludo riéndose - ¿Qué tal estás?- Preguntó con algo de preocupación en su voz.
- Bien… - dije con un hilillo de voz.
- ¿Quieres que te quiten ya el gotero? – preguntó y yo le eché una mirada tremendamente agradecida.
- Si, por favor – supliqué.
Víctor salió de la habitación sonriéndome como siempre hacía. Al cabo de unos minutos entraron un doctor y una enfermera junto con él.
- Buenos días, ¿cómo se encuentra? – preguntó el doctor mientras la enfermera me quitaba el gotero.
Aparté la vista para no marearme al ver la aguja y cerré los ojos con fuerza con la esperanza de no sentir nada.
Una vez hubo terminado mi patética actuación y mi brazo estuvo a salvo volví a mirar al doctor.
- Estoy bien, gracias – respondí a su anterior pregunta.
- Perfecto. Veamos. Ha sufrido usted un desmayo producido por la anemia. Este señor la trajo entrada la noche y tuvimos que inyectarle sangre. ¿Come usted normalmente? es decir, ¿se salta alguna comida?
- Bueno… no he comido mucho últimamente – confesé – Casi nunca tengo hambre…
- Señorita aunque no se tenga hambre no puede saltarse numerosas comidas. Su cuerpo necesita los alimentos para coger nutrientes que la mantengan con fuerzas y poder crear la sangre que reparte estos nutrientes por todo su organismo. No debe tomarse estas cosas a guasa. Cuando llegó aquí su estado era crítico. Si no la hubiéramos atendido no lo habría podido contar – Me miró serio y Víctor también.
- Lo siento… - reflexioné – comeré aunque no tenga hambre… - le prometí.
- Eso espero – rezó, mientras escribía algo en su cuadernillo – Y para asegurarnos de que esto se cumpla la tendremos hospitalizada aquí unos días. ¿Puede facilitarnos el número de teléfono de sus padres?
- Oh, no… están de vacaciones y no me gustaría estropeárselas por mi culpa – le pedí.
- Lo siento pero son las normas…
- Perdone, - intervino Víctor – Soy su novio y estoy a cargo de ella. ¿Le importaría que yo informara a sus padres? También me ofrezco a pagar la hospitalización si es lo que os preocupa.
- Está bien – meditó el doctor.
Todos salieron de la habitación y yo me quedé sola. Contemplé los rayos del sol que ya casi me cegaban.
Al poco tiempo, Víctor entró y se sentó en el sillón junto a mi.
- Te lo devolveré – le juré.
- No me debes nada – contestó ofendido – tengo mucho dinero, no voy a echarlo en falta – sonrió.
Nos quedamos en silencio contemplándonos el uno al otro.
- Gracias por lo de anoche… - le dije con tremenda sinceridad. Entonces recordé más a fondo lo sucedido y el asunto de mi ropa rajada… ¡Mi ropa rajada!, me dije asustada. Baje la vista para ver el estado en el que me encontraba. Tenía puesta la típica bata de hospital.
- Anoche… que pasó cuando… - pregunté asustada. La chica indefensa semidesnuda y desmayada en manos de un chico y en la lejanía de cualquier posible ayuda… Pero Víctor no creo que… aunque esto no quita que es un hombre y es su naturaleza… pero…
- Fue increíble – dijo mientras me sonreía y abría los ojos de par en par como recalcando lo esplendido que fue. Mis peores temores se habían confirmado…
- Pero…- Seguía sin poder creérmelo.
Víctor me miró seriamente y yo me ruboricé al pensarlo en ello…
Entonces se levantó y se acercó a mí teniendo su esplendido rostro a escasos centímetros del mío. Me miró fijamente a los ojos y la poca sangre que tuviera, acudió a mis mejillas poniéndolas al rojo vivo.
- Deberías estar gritándome y diciéndome de todas las cosas que se te ocurrieran menos bonito, y sin embargo te sonrojas y callas – advirtió sorprendido.
Yo no sabía que decir y solo conseguí tartamudear un:
- Yo… capullo.
Entonces Víctor sonrió y terminó con la distancia que nos separaba dándome un cálido beso que poco a poco fue convirtiéndose en un beso fugaz y lleno de ansiedad que me recordó al de la noche pasada antes de que me desmayara.
- Eso ya suena más normal. – su sonrisa picara me hipnotizo.


Continuará...

0 comentarios: